***
DE LOS OFICIOS DEL ARTE
Edelmira Gutiérrez tejía su tapiz con tanto empeño que cuando quiso darse cuenta, toda ella estaba prisionera de la trama y de la urdimbre. Hoy se exhibe esa "pieza póstuma" en la sala 17 de nuestro Museo de Arte.
***
EFECTOS DE LA MAGIA
El mago realizó su habitual rutina ante una platea expectante. Los aplausos rubricaban cada logro alcanzado y hablaban a las claras de una satisfacción rubicunda de parte del público.
Se seccionaron mujeres; se desaparecieron y aparecieron enanos; desfilaron conejos, palomas, perros juguetones y hasta una boa adormilada. En el aplauso final dijo que haría un estreno. Metió un jilguero en una caja grande y prometió que sacaría una princesa. Al momento, con redoble de tambores, dos ayudantes destaparon la caja. Vimos salir de ese escondite algo que no pudimos entender qué cosa podría ser. De princesa, ese adefesio ni siquiera humano, nada tenía. Creímos observar que un inoportuno nerviosismo lo invadía. Sonrió y dijo, señores, no ha pasado nada. Y elevando las manos gritó: fuera todo lo feo. A la señora que estaba a nuestro lado se le cayó completamente la cara.
***
DICTADO
El copista con esmero trazaba los signos. Cada letra era una sensación sublime. La princesa dictaba de pie su inspirada creación y el joven amanuense deslizaba el cálamo al ritmo de esa voz prístina. Se diría que el texto ganaba nueva vida. En la cúspide de la mañana se produjo el silencio. La voz ya no dictaba nuevas palabras. La obra había culminado. Cuando el copista colocó el último signo, se incorporó para mostrar a su ama la tarea concluida. Sobre la alfombra solamente halló la deshabitada túnica celeste. Con los últimos versos, la princesa se había evaporado.
***
AUDICIÓN PRIVADA DE LA SEÑORITA MACBETH
La señorita Macbeth estaba en su ensayo de música. El productor presenciaba la audición privada, deleitándose anticipadamente, del concierto de esa noche.
El programa había sido rigurosamente seleccionado y las dos obras de estreno, cierre el mismo, eran de excelso nivel. Argentina y Holanda esa noche harían un nuevo aporte a la sinfónica mundial.
La señorita Macbeth agregaría a su esbelta presencia, tres vestidos de gala que Usamoro le había confeccionado especialmente para la ocasión. Y el escenario estaría todo bordeado de gladiolos como una ofrenda típica de la ciudad.
Seis horas de aplicada ejecución habían transcurrido ante la presencia del productor. Seis horas en que se repitieron algunos pasajes para ser ajustados al timbre del instrumento. La coda de la última obra de estreno era de una belleza sublime. La señorita Macbeth trasuntaba iluminación. El productor levitaba arropado en su butaca. El sonido, magistralmente límpido y armonioso, se elevaba en la sala.
Un abrupto silencio interrumpió la ensoñación. Con extrañeza el productor vio como los diez dedos de la señorita Macbeth volaban sobre el teclado. Y la señorita Macbeth vio como, de repente, sus delicadas manos se convertían en muñones.
***
Entonces... ¿qué te pareció?
Comenta, sugiere, disiente... nos gustará mucho escuchar tu opinión.
Contacto