El tatuaje es un arte que ha evolucionado a lo largo de los años. Aunque en el pasado se entendía como un fenómeno subcultural y underground, hoy en día se ha popularizado y aceptado como una forma de expresión corporal en todo el mundo. Yo no tengo tatuajes ni he pensado con seriedad hacerme uno, quizá sea por la brecha generacional que me separa de quienes ven en su cuerpo un espacio de expresión o por lo alejado que me encuentro del concepto aesthetic. Dicho sea de paso mi joven hija regresó hace unos días con un tatuaje en el antebrazo de un pequeño gato que miré encantado sin mucho que decirle. Cada día los tatuajes llenan mis ojos, como otras tantas expresiones culturales que si bien han dejado los terrenos subterráneos, aún seguimos comprendiendo la evolución que han tenido. Edgard Gamboa, Doctor en artes y diseño, tatuador profesional y miembro fundador del espacio de investigación 77tatuajes, experimentó este cambio en primera persona. He aquí lo que me cuenta en su estudio en la Portales, un miércoles en la noche…
Edgard descubrió el tatuaje en la década de 1990, después de haber viajado a Ámsterdam y haber abierto una tienda de Sex-shop junto a un estudio de tatuaje. Fue allí donde comenzó a interesarse en este arte y decidió aprender a tatuar. Trabajó como ayudante y poco a poco forjó su oficio, hasta que finalmente decidió estudiar una maestría en Artes Visuales en la Academia de San Carlos de la UNAM, donde abordó el tatuaje como acción e intervención urbana.
Este cambio en la percepción y aceptación del tatuaje es un reflejo de la evolución cultural y artística en la sociedad. Algo que en un tiempo era visto como un tabú , ahora se considera una forma de arte corporal respetable y aceptada. Además, el tatuaje ha sido influenciado por otros géneros artísticos, como el cómic, la pintura y el dibujo, lo que ha permitido que se desarrolle en nuevas direcciones y se experimente con nuevas técnicas y estilos.
Edgard Gamboa es un testigo de la evolución del tatuaje como arte corporal. S u experiencia constata cómo ha pasado de ser un fenómeno subcultural a ser una forma respetada y aceptada de expresión artística en todo el mundo. El tatuaje es, sin duda, una impronta plástica del siglo XXI, y su popularidad y aceptación se encuentran en un proceso de crecimiento y desarrollo.
En su tesis doctoral Edgard meditó, observó, investigó y puso en práctica, algunas premisas que sitúan a l tatuaje en los terrenos del arte, al punto de proponerla como parte de la matrícula en las escuelas de artes plásticas. Fue entonces que convocó a mesas de discusión para abordar desde diferentes perspectivas el tatuaje como expresión primitiva y actual, lo que lo llevó a la gestión del Laboratorio Experimental en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado "La Esmeralda" ENPEG, lugar en el que trabaja desde hace más de nueve años. visibilizando la importancia de un arte corporal presente en todos los ámbitos.
Desde el principio Edgard experimentó un cambio muy positivo en su vida profesional y personal a partir del tatuaje. Es esa materialidad que expresa su ser con un sentido espiritual de la persona: su cuerpo es un lienzo vivo, y el tatuaje su expresión de rebeldía y libertad: m i cuerpo es mío. De ahí que se tatuaran los chamanes, de ahí que un tatuaje sea una marca esencial ya que c uenta una historia o una anécdota, y/o representa a través de símbolos un conjunto de valores y principios. Edgard también considera que el tatuaje a l mismo tiempo que es aceptado socialmente, se trivializa y pierde espiritualidad porque al comercializarse su valor estético y personal, se convierte en un producto seriado. Gran contradicción. Hay tatuadores que se quedan en el lugar del mercado, o hay otros que quieren expresar desde un lenguaje artístico y único, sin olvidar que, también los hay quienes tatúan como un acto punitivo, una marca, de la misma forma que lo entendieron los nazis. Me llega el bullicio de los cantantes que se tatúan el nombre de su pareja cantante en cuestión para luego borrarla, tacharla y componerse mutuamente una serie de hits musicales que se pierden entre tanto ruido.
Pero, para el artista e investigador, docente y empresario, cada forma de registro es una forma de expresión valiosa, que puede tener un significado profundo y personal para su portador, por ejemplo cuando los tatuajes son una forma de homenajear a un ser querido o un evento importante en la vida de alguien.
A Edgard el tatuaje lo ha llevado a conocer las diferentes comunidades del tatuaje, tanto en la escena nacional como en la mundial. En su vida ha conocido todo tipo de tatuadores, donde artesanos y artistas conviven, se fusionan y se diferencian. El tatuaje, su pasión, implica una forma de vida y un conocimiento sobre una cultura de la cual forma parte.
Aunque hay personas que todavía ven a los tatuados como marginados o delincuentes, esta percepción está cambiando a medida que en la sociedad se vuelve más aceptable este arte corporal. Sin duda, cada vez más, los tatuajes son aceptados en muchos ambientes profesionales y están ganando popularidad entre una amplia gama de edades y grupos socioeconómicos. Hago un repaso de mis conocidos, colaboradores, amigos y familia, de ciertas edades, aclaro, y son los menos quienes no tienen un tatuaje (visible a simple vista, aclaro). Con mayor frecuencia se asume que el tatuaje es una expresión plástica del cuerpo, individual, que conlleva una fuerte carga de identidad y pertenencia. En tanto tribal como comunitario en sus orígenes, es una forma individual que identifica entre sí a las personas tatuadas. Si cada vez con mayor frecuencia vemos a personas tatuadas, es porque el tatuaje es una manifestación íntima o personal que se hace pública, y eso no deja de ser una manifestación política, del ser y su dimensión humana.
Al despedirme de Edgard me pregunto ¿qué tatuaje me haría yo? Y me respondo que en el pecho llevaría los versos Canta, oh musa, la cólera del pélida Aquiles…Quizá agende una cita.
Imágenes de la muestra colectiva Body Suit permanecerá abierta al público en la Galería Principal de la ENPEG La Esmeralda,
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