"Comprendo la pintura como una dimensión, no como un arte aplicado. En el ejercicio de pintar descubro procesos catárticos y valores no-lingüísticos que desafían mi intelectualidad y me instan a buscar un lenguaje anímico y gestual. Mi pintura no busca retratar nada; persigue, más bien, la materialización de códigos sensoriales y el registro de estados impulsivos que contrarresten la fuerza del razonamiento y el yugo mental. Soy, cuando pinto, un medio imperfecto para la traducción de una realidad interior que se manifiesta a través de los signos y las formas del mundo. Me gusta pensar que mi pintura es semiótica, pues se mantiene en un nivel sígnico y lejano a la verbalidad. Usando mi cuerpo como un conductor y sometiendolo a un proceso de autoinducción al no-pensamiento, es como construyo mi discurso creativo. Mis pinturas son códices de inmaterialidad o muestreos rápidos de lo que es invisible por oculto o imperceptible por pequeño. Me gusta entenderlas como animografías; es decir, como la representación material de mis estados anímicos. Para realizarlas inicio por un proceso de saturación intelectual en el que lleno mi cabeza tanto de ideas y recuerdos, como de datos y formas. Poco a poco comienza mi mente a recibir impulsos que me llevan a diferentes etapas emocionales. Luego de la saturación, mi intelecto alcanza una fase pueril o inocente, es entonces cuando me dispongo a pintar. De ahí que cada creación dependa de mi estado de ánimo anterior y aunque inevitablemente estos se repiten, procuro no caer en formulismos o reiteración de patrones. Mi propuesta general es la decodificación del inconsciente, la resignificación del impulso y el registro del instante presente. Quiero desafiar la univocidad del plano bidimensional y romper con los compromisos naturales de la vista. Mi intención es incitar la mirada del espectador a derrochar sus sentidos en medio de un caos estético y desnudar los paradigmas de la geometría para, de este modo, entender que hay otro mundo bajo este mundo o para olvidar el último por completo."
María José Romero
Para entender que hay mundo dentro del mundo hace falta el coraje de atravesar la coraza que los separa, transitar de un extremo al otro para adentrarse en una anatomía secreta en la que se descubre la eterna danza de Eros y Tánatos, un ciclo perpetuo de encuentro y desencuentro. La efervescencia surge al ver que estamos en el reflejo de nuestra propia imagen, también somos el cosmos que se construye de venas, pulsos, ritmos, vida, muerte y renacimiento. Cuando dos se encuentran, dos cosmos colisionan, hacen un pacto. En un torbellino de fuerza animal se desnudan, se funden en un latido. La sangre fluye como lava entre las venas, roja, contenida, profunda, ardiendo llena de vida. Bailan, rozan, susurran, tocan; sucede un primer temblor. Pulsan en un solo ritmo, coinciden inexorablemente en un mismo latido. Sin ningún aviso la brocha negra de Tánatos pinta una línea negra y deja escurrir el silencio entre ellos, anula el acuerdo. Se alejan trágicamente en un arrebato, se dispersan a través de sus sueños, se separan. El pulso baja. Uno busca el latido del otro en el universo y en cada pulsación anuncia su deseo de encontrarlo, pero falla. Y a pesar de que el silencio se impone, encuentra su propio latido. Su corazón coraza. Pedazos esparcidos por el universo; latiendo, anunciando su vida, sus ganas de vivir, de vivir realmente. Retorna como un fénix, aunque en su corazón permanece una cicatriz, como la memoria de un tiempo.
Karen Huber y Francisco González
CDMX, 2022
roller coaster manhattan
Un día, María José Romero tomó una Ciudad por asalto. A prudente distancia, en Bushwick (área industrial semimuerta), cuando Manhattan miraba hacia otra parte, María José capturó la sombra de Nueva York. Otros dicen que lo que se llevó fue fragmentos de la silueta, pero no es así: hay en los dibujos que expuso adentro del espacio fabril, algo móvil: los dibujos sobre papel son también de aire, el aire oscuro, negro del hollín – la huella del movimiento mecánico.
Sobre el espacio donde María José guardaba (dibujaba) a su cautiva, Manhattan nos miró a la terraza. Estaba sin sombra, sin hollín, limpia como una niña salida del agua.
Carmen Boullosa
Nueva York, 2022
germinal, madrid
"Todo fluye", Heráclito.
Germinal, germen, semilla, origen, embrión, en ciernes, primigenio, célula, todo ello aflora y se abarca en este atractivo conjunto de pequeñas, diminutas y delicadas piezas pictóricas de María José Romero (Ciudad de México, 1970), sutil y profundo es el tratamiento que ella brinda a la gran temática de las múltiples génesis que la naturaleza ofrece con amplitud, sin dejar a un lado desde luego a la naturaleza humana. El tema central de esta exposición es colocar en relieve a la suprema actividad de la naturaleza por recrearse y renovarse por medio de embriones que combinan dialécticamente tanto integración como desintegración, explosión e implosión. Llama la atención cómo esta veintena de obras de dimensiones minúsculas cercanas en promedio a los 15 x 60 cm fina y cuidadosamente trabajadas en acrílico con técnicas mixtas sobre madera, prácticamente acariciadas en su elaboración, den cabida a un universo pletórico de energía, a un campo infinito de fuerzas creativas y gestantes en continua reproducción de dimensiones intangibles. Las piezas invitan al observador a un diálogo íntimo, exclusivo, propio a interactuar y adentrarse en ellas, justo esa pequeña dimensión es la que las hace grandes. Como espectadores, las obras nos obligan a reducir nuestro cono de observación y acercarnos a ellas para crear un diálogo individual, generan una intriga magnética que nos conduce a una atmósfera casi metafísica de entrelazamientos de cuerpos vivos y energías atrayentes. Lo anterior hace que sea un conjunto de obras de gran sensualidad, erotismo y candidez, muy característico de los gestos y trazos en el lenguaje visual y plástico expresado en las anteriores exposiciones y series de María José Romero, con la diferencia, en este caso, además del formato, de expresar en esencia un dinamismo perpetuo, un fluir permanente definido plásticamente por capas, veladuras, planos, membranas, pieles, gestos y profundidades que dejan entrever el misterio de los organismos vivos. Son paisajes o escenarios al interior de entes vitales que expresan un permanente fluir. Como si se tratase de una danza musical y sensual logran una grata experiencia estética que atiende y se dirige a territorios sensoriales y eróticos más que a los correspondientes a la razón.
Felipe Leal
CDMX, 2016
germinal, cdmx
Monstera deliciosa. Lo anormal en el jardín sucede. Los orificios poco a poco dan lugar a la posibilidad de un largo plazo aun en este vertiginoso Antropoceno. Nada sin insistir en lo mismo una y otra vez y muchas veces otra vez germinaría. Descomunal y grotesca la hoja ríe al escuchar el adagio: "Vivir es estar entre los hombres". En la práctica artística de María José Romero subyace una constante y obsesiva búsqueda de las distintas dimensiones formales y perceptuales que componen a lo que normalmente llamamos naturaleza. Sin embargo, su relación con esta no es ni la de un romántico paisajista ni la de un científico que la investiga a fondo para así poder explicarla al mundo y humanizarla. En contrapartida, la naturaleza para ella es un delicioso problema, un enigma al que accede a través de la representación de minúsculos fragmentos del universo donde, paradójicamente, todo sucede porque todo se contagia en una delirante mañana crapulosa. Ahora. A caballo entre la abstracción y la figuración, la pintura y el dibujo gestuales de esta artista exigen del espectador un compromiso, un diálogo pausado en el que no tiene cabida la aceleración por sí misma, por esta continua necesidad contemporánea de dejar atrás y así avanzar, progresar. Aquí, en cada obra y en la exposición misma en tanto puesta en escena, es fundamental la pausa, el detenimiento que nos permita acceder a las distintas epidermis, densidades y cadencias de este armónico cuerpo de obra.
Lo erógeno como semilla… espere…
"Nos esconden alguna cosa, el telón se va a levantar"…sospechaba Bertolt Brecht
¡Espere!
Victor Palacios
CDMX, 2016
nido
El nido en mí muestra el trabajo de María José Romero desde una nueva perspectiva; la artista hace presente las inquietudes y cuestionamientos que ha abordado en el desarrollo de su obra, pero ahora desde la instalación y la escultura, dejando por un momento descansar al lienzo y a la pintura. Este momento particular de su trabajo llega tras el largo camino del autoconocimiento, la reflexión continua sobre las relaciones humanas y la asunción tanto de la vulnerabilidad que representa lo externo, como de la fortaleza que se logra al reconocer pensamientos y acciones como propios. En la mayoría de sus piezas, la artista ha retozado sobre la idea del inconsciente y cómo este da paso a nuevos estadios que guían el comportamiento. Ha representado estas reflexiones a través de un entorno orgánico, principalmente basado en la botánica. Para El nido en mí, Romero cambia de ciencia y se enfoca ahora en uno de los elementos de la ornitología: el nido. Un espacio de autocuidado construido por las aves que así como el saber humano es un tejido y un proceso de aprendizaje. El nido es un acto aprendido y no un instinto de la aves, pese a lo que pudiera pensarse. Ambas son acciones que se perfeccionan al trabajarse y repetirse con los años. (…) María José Romero ha construido con esta obra un espacio simbólico para regurgitar ideas, reflexionar procesos, explorar nuevas maneras de hacer hogar y escucharse a sí misma.
Violeta Horcasitas
CDMX, 2019
semillas (…)
Craxis, palabra compuesta que significa ruptura o cóccix da nombre a la imagen seminal de la estación pictórica y, a partir de ahí, todo se articula en el transcurso de los títulos con la figura de la flor, el principio del eje rector y la lógica de la razón en una secuencia (Ratio) y, entre otros términos y enunciados, con la aventura de conocimiento y de rito. La estación pudiera manifestar, en la sucesión que nos pone frente a cuadros autónomos, ensambles y piezas consteladas, algo así como una proposición capital: María José imagina un mecanismo sentimental en el que la vida de un núcleo de vida cohabita con las fuerzas representadas por las estructuras geometrizantes, para finalmente entrar en colisión, ¿armónica?, con el imperio de la materia inorganizada y aleatoria. El espectáculo resultante colinda con la sensación que nos proporciona la proximidad de lo misterioso.
Erik Castillo
CDMX, 2008
Texto e imágenes cortesía de la Galería Le Laboratoire [https://www.lelaboratoire.mx]
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