Veo a través de unos quevedos, los cuales crecen la situación "real" de los asuntos que miro y que son las formas elaboradas por Maribel Portela. Estos copos, virus, cristales que en sus recreaciones gigantescas enseñan su mostro, por su escala se desnudan. En su dimensión algunos hacen notar que son de cuidado, "Érase una nariz superlativa", y con tal asunto cambia todo lo que advertimos, de insignificante a fabuloso; algo similar a lo que sucede con el miedo, ese prodigioso vidrio de aumento al que tanto recurrimos. Y escribo de recreación y miedo, ya que la primera palabra nos habla del efecto que la artista utiliza para crear en nosotros placer, y con la segunda, nos da un golpe anímico causado por un pasmo. El arte ha de ser así, agitado, aunque pulido con un pliegue de papel, este debe contener el mal y el bien en un soplo.
Pero como todo aquel que describe -poner prosa sobre la forma donde algo se divisa-, mis tentaciones me hacen errar y en realidad la obra evoca una prenda tehuana, esa gola indígena, que quizá de camisa llegó a corona con todo y el resplandor del oro.
Pero tampoco estoy en lo cierto, lo que está ante mí es un moho, un gigantesco hongo, que con su vibrante morado nos recuerda que la muerte, dentro de la naturaleza, muchas veces va engalanada de colores fuera de toda mesura. Pero en realidad todo es falso, de ahí su encanto, esa brujería que nos hacer aproximarnos a sus obras y fantasear con aquellos espectros, palabra prima hermana de especular, cosa que necesariamente hacen todos los autores.
El arte contemporáneo como ninguno -porque trabaja con las posibilidades que la industria nos ha entregado-, se sustenta generalmente como producto visual en la técnica que el artificio actual nos permite. Pero debemos tomar en cuenta que si hay algo adulterado es el arte, que para haber, solo debe estar cerca del otro y no serlo, sino darnos un soplo de aquello, que nos permita comprender el todo al vuelo de las ideas. Porque "Si a una parte mirara solamente", desde luego no sería arte. Y de quedar en imitación, solo se puede estar arrepentido.
Ahora ya no hay nada impoluto, a saber la vanidad, habría que echar eso al ruedo. Y cuando pensamos que algo natural está sin contaminar lo encontramos en una reserva, lo que lo excluye automáticamente de un ambiente nativo, ya que la custodia a la que hemos sometido a la naturaleza habla sobre todo de la excepción impuesta, a donde la hemos humillado, no creo que de manera permanente. De ahí que la artista Portela siguiendo a Platón haya construido un Jardín Onírico y encaminada con Parménides, nos entregue su Naturaleza alterada, aunque tenemos claro que: "Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son." Pero algo ha de haber ya que seguimos aquí, admirando estas obras que nacen en las indias, de las cuales yo escribí y usted lo lee.
¿Por lo tanto me estoy enfrentado a una maqueta? No, sigo caminado con el error de compañía. Desconozco la verdad de la piezas –si es que hay alguna en este plano-, esto es, solo he visto muy pocas en su dimensión existente, en su tercera extensión. No sé nada de su color, textura, aroma todo me es desconocido. Esto hace que mi apreciación de la veracidad de los objetos que observo sea una anomalía y lo extraordinario del caso es que en estos momentos el ser humano presupone lo auténtico precisamente a través de esta alteración de la realidad real. "En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira." La pantalla es nuestra conexión con la mentira, la única verdad existente en este mundo de imágenes, e imágenes, e imágenes.
Las obras de Maribel me llegan a través de un archivo vinario que se despliega en mi pantalla, ahora mi útero. ¿Todos los visores reproducen lo mismo? Esto que veo, además, no son las piezas que construyó Maribel Portela, sino la imago de un intérprete, que fue con lo que se encontró en ese momento de su ánimo. Trabajamos con una imagen que nunca ha existido, que ha pasado de una a otra interpretación matemática, sin jamás haber tocado mundo. ¿Mi computadora reproduce la verdad de esas piezas, reconoce la intensión del fotógrafo? Que queda de la obra de arte a través de todas estas yuxtaposiciones ¿espectrales? ¿ciber-oníricas? Esa es nuestra realidad actual y esa es la intención de la artista al crear estas formas. ¿Debo creer en estas imágenes? Me gusta la palabra oniromancia para hablar de lo que Portela nos entrega con sus creaciones.
A la artista le gusta trabajar con el cosmos. Homero usaba esta palabra con el significado de ordenar. ¿Hay un orden? "Yo que sentí el horror de los espejos /no sólo ante el cristal impenetrable donde acaba y empieza, inhabitable, /un imposible espacio de reflejos." Del cosmos no sabemos nada y Homero no tenía ninguna razón para darle una disposición, salvo un superyó en miedo. ¿Somos minucia? ¿Importamos algo dentro de aquella inmensidad? ¿Somos la enormidad misma?
Me gusta la idea, porque algunas de estas piezas además de flores son estrellas: arriba, abajo, cielo, agua. Y por estar pensadas como símbolos filosóficos hablan de una trascendencia, lo que significa que sus creaciones están en cualidad distinta a los límites naturales. Nuevamente regresamos al artificio, al espejo. Nos vemos vueltos, en esa otra vida donde derecho es revés, ese cristal traslúcido, que bajo los efectos del encantamiento de una impresión metálica nos refleja contrarios. Así los papeles de Maribel, son y no son, pero son.
Por lo tanto estamos hablando de lo que la creadora de sí construye, desdoblándose, refiriéndose a ella misma en cada papiro; observa su derredor espejo e imitando a Homero nos guía por este laberinto de imágenes donde nos encontramos atrapados y denominamos ecosistema; al que deberíamos llamar mejor narcisosistema. Démonos una vuelta por este paraje.
Juan Rafael Coronel Rivera
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