La plataforma MUBI está ofreciendo una serie de extraordinarios documentales del cineasta y video-artista Cao Guimarães que no deben perderse. Guimarães está lleno de ensoñaciones cotidianas e intensidad sensorial.
Nacido en Belo Horizonte, Brasil, Cao Guimarães enfatiza, intuitivamente, un sentido de lo local tanto en sus películas como en sus fotografías, que están en sintonía tanto con la realidad material como con la tradición folclórica de su tierra natal. A lo largo de sus películas (muchas de las cuales existen en una intersección poco convencional entre el documental y la filosofía visual) la mezcla sonora, llena de sensibilidad, confiere intensidad a la sinfonía oculta de la naturaleza y la vida cotidiana. Del zumbido de un ventilador eléctrico en el calor del verano al sonido crujiente de hojas secas aplastadas por los pies de un vagabundo cansado, estos minúsculos detalles sonoros conjuran experiencias sensoriales concretas que demasiado a menudo se ven eclipsadas por las exigencias de rapidez del capitalismo y el consumismo.
Guimarães convierte al público en verdadero espectador, es decir de aquel que mira, que espera y que contempla. Llevándonos a entender la película como un conjunto de imágenes y sonidos armónicos que rompen con esa convención de que el cine es necesariamente narrativo. Cao hace especial énfasis en que nos es muy difícil concebir el cine sin una narrativa secuencial. Estamos acostumbrados a verlo como una extensión de la literatura y consecuentemente del teatro. Historias que tienen una acción, un desenlace y un final (casi siempre feliz si pensamos en las producciones de Hollywood). La propia voz de ¡Acción! comúnmente empleada a los directores cuando dan inicio a la filmación de una escena, proviene de la palabra Acto utilizada desde la antigua Grecia para designar las partes en que se divide una obra dramática.
Pero para Guimarães el cine debe ir más allá del relato, debemos entenderlo como una forma de presentar la realidad a través de la pausa, del silencio, de los sonidos repetidos o de la simple imagen de un grillo cruzando una carretera, creando la expectación del momento en que será aplastado por la rueda de un automóvil.
Las imágenes, los sonidos ambientales combinados con sutiles composiciones musicales, recorren los márgenes de la vida común, la cotidianeidad, la muerte y la divinidad, que se descubren como símbolos de un mundo inasible, con una connotación casi metafísica en la que se trata de evidenciar lo suprasensible, el acontecer cotidiano que al final viene a develarnos una verdad.
En Andariego (2007) y El Alma del hueso (2004), dos de tres documentales de una serie que Guimaraes llama la Trilogía de la Soledad, encontramos figuras centradas en los andares de individuos que transitan a la deriva de una sociedad que coexiste fuera de ellos, ya sea por destino o por voluntad; El Alma del hueso, narra la solitaria existencia de un ermitaño de 72 años que vive dentro de una cueva en una montaña. Con una fuerte intencionalidad de preservar la realidad, la verdad es aquello que acontece dentro y más allá de la imagen, de las palabras y los sonidos. Andariego, fue filmada entre las ciudades de Montes Claros y Pedra Azul, en el noreste del estado de Minas Gerais, es un acontecimiento de verdadera intuición estética que nos aleja de un pensamiento discurso-narrativo y nos revela, en la pausa y el silencio, una suerte de nostalgia donde se nos está invitando a ver, junto con estos caminantes, lo que ocurre en el mundo.
Quizá una de las más encantadoras virtudes de la mirada de la realidad que Guimaraes nos presenta a través de sus películas, es que no cae en la visión trágica del romanticismo, donde la unidad entre el hombre y el mundo se consideraba perdida, provocando un estado de angustia o desconsolación, producido por el enfrentamiento con una naturaleza agresiva y un mundo ajeno al hombre, sino que nos deja un sentimiento de extraña esperanza que parte de la pura y simple contemplación.
De una forma similar a la de su experimento artístico Stories of Not Seeing, en el que permite que sus amigos venden sus ojos y lo "secuestren", su cine también explora formas nuevas de ver y no ver, reflexionando acerca de las limitaciones del sentido de la vista en sí mismo. Más allá de los experimentos visuales, a lo largo de la filmografía de Guimarães resulta sorprendentemente vivo su amor por la belleza, en constante transformación, de la vida y la naturaleza, lo cual culmina en su conmovedora y personal película Otto (2012), un diario personal que documenta el embarazo de su esposa y el nacimiento de su hijo. El cine de Guimarães captura la vida de las cosas y nos alienta a conectarnos emocional y físicamente con nuestro medio ambiente a pesar de las distracciones que nos insensibilizan, las cuales son fomentadas por un mundo que cada vez se va haciendo más y más consumista.
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Fuentes de esta nota:
MUBI: [https://mubi.com/es/specials/cao-guimaraes]
Gabriela Galindo [http://www.replica21.com/archivo/articulos/g_h/540_galindo_cao.html]
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