Esta serie de poemas y collages pertenecen a una investigación sobre la memoria y la presencia / ausencia de mis muertas. A ocho años de la muerte de mi madre y nueve meses de la muerte de mi abuela, este acercamiento-homenaje y forma de anudar a los recuerdos, es también una lectura de vida y un proceso de creación de escrituras expandidas. La ciudad parece desierta a través de la ventana. Oscuridad absoluta. Como murmullo indistinguible, las voces de afuera llegan a la habitación. Su cabello se mueve con el aire. Por un momento, los cuerpos se pierden por completo, invisibles a través del agua revuelta. La tela transparente del vestido se mueve sobre la piel, se adapta a su figura cambiando de forma. El sonido del mar se desvanece. Algunas sombras aparecen como si no le pertenecieran a nadie. Despacio la arena se desliza entre los dedos, la deja caer sobre los pies. Su nariz, su boca. En cuanto toca el suelo, se rompe. Se sumerge una vez más: - Mamá… - Aquí estoy. Mirando desde su escondite a su madre que se acerca, permanece callada. Su mano sostiene la mano de su madre. Constante es el movimiento del agua. La puerta se cierra. Hay un par de pétalos muertos en la mesa. Todo queda en calma. Silencio.
Los textos fueron extraídos y re-ensamblados de un guion cinematográfico en el que llevo trabajando algunos años, estableciendo un diálogo entre diferentes formas de pensar el texto y la imagen. Estas piezas son más una partitura o un mapa conceptual. Las imágenes son fotografías, intervenidas por mí, de mi madre antes de que yo naciera.
Se mira en el espejo grande
ahí mira a su madre ahí mira a su abuela.
Las tres están llorando.
- Ya estábamos muertas.
Como si yo también hubiera muerto,
es lo que pensé tratando de ubicar en el tiempo un recuerdo.
Ahora todo lo cuenta mi voz de fantasma.
Y solo quedan imágenes de agua.