Hace unas cuantas semanas fue el cumpleaños de un amigo que, en este año, serán ya nueve de su partida.
Axel Velázquez, egresado de La Esmeralda, introvertido pero atrevido, trabajó con pasión en lo que más amaba: el arte.
Así fuera como artista, gestor o crítico, Axel estaba presente, siempre.
El Rizo Robado le rinde un pequeño homenaje al recuperar este texto que escribió con motivo de la exposición retrospectiva de Kikki Smith, montada en el Museo Jumex (no en el nuevo, sino en aquel de Ecatepec) en octubre del 2007.
Te recordamos siempre querido Axel...
La artista norteamericana Kiki Smith (1954) es una de las figuras más relevantes e influyentes de la escena artística internacional. Para el público y la crítica la figura de Kiki Smith surge rodeada de factores tales como su relación circunstancial con el movimiento feminista, la tendencia, no siempre acertada, a interpretar su trabajo en un contexto surrealista, y el abordaje de asuntos como identidad y género a partir de los aspectos históricos, esotéricos y familiares, así como desde la representación poética del cuerpo y la memoria.
Como algunas de las artistas postfeministas, como Judy Chicago, Louise Burgeois, Kara Walker, entre otras; Kiki Smith destacó en los años 90 con obras que utilizaron el cuerpo como inscripción de políticas sociales, tradiciones y convenciones, aportando una lectura de lo femenino más allá de las imágenes de las mujeres construidas por los medios de comunicación, las novelas rosas, y la historia oficial. El tratamiento de Kiki Smith de temas femeninos destacó por su refrescante incorporación de lo cotidiano, lo domestico y la memoria individual, tratándolo por medio de símbolos extraídos de fábulas y de las tradiciones orales, para devolver a lo femenino desde el sentido de lo ritual, de la magia y de lo fantástico; elementos que contrastaron enormemente con la imagen sofisticada, manipuladora y aparentemente "liberada" que promueve la moda y la basura mediática norteamericana.
La curaduría y la museografía de la exposición, curada por Siri Engberg del Walker Art Center de Minneapolis, analiza la producción de la autora a partir de dos ópticas: en la primera parte se presenta una amplia investigación de las posibilidades de representación del cuerpo humano y la diversidad de connotaciones del mismo a partir de estrategias formales y del uso de materiales diversos: papel, fotografía, collage, escultura en diferentes materiales, video, así como acciones e instalaciones. El cuerpo como objeto lúdico queda en evidencia en los pequeños muñecos de tela arrinconados de la obra Lucy`s Daughters (1990), o la pieza Womb (1986), en donde lo que aparenta ser una cáscara de nuez abierta se revela como la forma de un vientre vaciado en bronce.
La intención de la curaduría consiste en exponer la variedad de recursos técnicos y materiales a los que Kimi Smith echa mano para llevar a cabo la deconstrucción de los mitos femeninos, por ejemplo la efigie de la virgen realizada en cera y resinas a manera de modelo anatómico, Virgin Mary (1992), o los cuadros de apariencia minimalista elaborados en yeso y aluminio, que en realidad son topografías escamosas de la piel de un humano adulto, Skins, (1992). Existe en la obra de Smith un gusto por explorar el cuerpo más allá de lo visible, representando partes internas del organismo, como sucede en el fascinante video Jewel (1997), cuya hermosa secuencia puede ser reconocida como un paisaje microscópico, una escena de las profundidades del océano o un efecto tipo "diente de león".
La segunda parte de la muestra está enfocada en el tema de los animales, parte importante y más contemporánea del trabajo de Kiki Smith. La relación entre los animales y las representaciones del cuerpo humano, con las consabidas interpretaciones mágicas de la relación entre el ser humano y la bestia tan populares durante el romanticismo de los siglos XVIII y XIX, se manifiestan en el muy acertado montaje museográfico titulado Wunderkammer (Gabinete de curiosidades). Construido en medio de la sala de exhibición, se trata de una vitrina semicircular que alberga los intrigantes huevos negros de vidrio (Black Eggs, 1998), un murciélago vaciado en bronce (Crashed Bat, 1998), un estómago (Glass Stomach, 1985), nidos de ave metálicos (Abandoned Nests, 2000), y huevos translucidos y cristalinos, en los que es posible ver la yema suspendida en el interior (Egg, 2000) y fuera del mismo (Yolk, 1999). Todos ellos arquetipos del vientre, de lo interior y su relación con el universo externo. Aquí se observa el trabajo de una artista que regresa en el tiempo hacia las figuras simbólicas y los mitos de la magia, la brujería, la superchería, que en manos de Smith toma la forma de un discurso de la historia de lo femenino a través de novelas que forman parte del subconsciente colectivo (Drácula, las brujas, y el Simbolismo decimonónico).
Impresionante y extrañamente familiar resulta la escultura en bronce Rapture, donde una mujer emerge del interior de un lobo, y la pieza Wolf (2001) en la que un lobo tiene atrapado en los colmillos un sugerente guante rojo; ambas piezas recuerdan la novela Mujeres que corren con lobos, de Clarissa Pinkola Estés, un libro que causó furor en los años 90 por ser una alegoría sobre el empoderamiento de la mujer en la época actual. La gran ausente en esta curaduría es la obra Constellation (1996), una gran superficie circular de papel nepalés azul colocada en el suelo, sobre la que están colocados una variedad esculturas de animales y estrellas realizadas en cristal. En esta obra hay una notable tensión entre la escultura y la gráfica como soportes de trabajo, opuestos a la pintura de caballete tradicional (considerada un soporte típicamente masculino por la crítica feminista). Es una lástima que esta pieza no haya sido incluida en esta muestra. Sin embargo, de esta línea de trabajo se incluyó un frágil impreso en papel nepalés titulado Sector (1995), donde el fenómeno de una noche estrellada nos remite a la adivinación, el horóscopo y la vinculación de la noche con lo femenino, elementos que figuran en las culturas arcaicas, opuestos a las versiones cientificistas o positivistas del universo.
Entre las obras más reveladoras de la selección se encuentran aquellas en las que se opta por omitir una referencia mimética al cuerpo o de fenómenos de la naturaleza y se recurre a trabajar esos temas a un nivel de representación más poético, como Black Rain(1998) en la que un fenómeno natural se sintetiza al repetir a modo de gemas negras de vidrio soplado el motivo de las gotas de lluvia o lágrimas. Como complemento, una metáfora del cuerpo humano como organismo contenedor se nos revela en Untitled (1986), una docena de garrafones de vidrio señalados cada uno como receptáculos de todos los fluidos que el cuerpo exuda: orina, pus, sangre, leche, saliva, lágrimas, vómito, semen...
Un efecto curioso tiene lugar durante el recorrido de la muestra: en las obras de Kiki Smith es posible reconocer temas, estrategias y motivos usuales en la producción actual de artistas mexicanos. La síntesis formal de piezas como Black Rain puede remitirnos a la obra de Sofía Táboas; el uso de figuras de animales salvajes como motivo de trabajo refieren a la obra de artistas como Carlos Amorales, Francisco Larios o Marcos Castro, con quienes la artista comparte el gusto por un comportamiento enrarecido de aves, lobos y ciervos, los cuales, dentro del corpus de la obra de Smith aluden a ese lado "silvestre" del ser humano. Incluso es posible establecer el innegable seguimiento que artistas como Carla Rippey han hecho de la obra gráfica de Kiki Smith, cuyo paralelismo con la escena artística mexicana puede ser rastreado a través de proyectos de grabado como The blue feet (2003), una edición de grafica acompañada de textos de Sor Juana Inés de la Cruz, o los textiles producidos en Oaxaca en el año 2002, donde aparecen escenas con animales de ojos rojos y silueta sombría. Si bien Kiki Smith ha declarado su admiración y afinidad con artistas como Leonora Carrington o Frida Khalo y ha manifestado su gusto personal por México, difícilmente se podría decir que la mayoría de los artistas mexicanos mencionados incluyan a Kiki Smith entre las referencias más importantes de su trabajo.
En realidad las conexiones que se puedan establecer entre la obra de Smith y el arte contemporáneo mexicano dejan en evidencia la singular recurrencia de ciertas ideas en el arte a través de la historia en diferentes regiones culturales, a modo de ejes temáticos que sirven a otras disciplinas como puntos de referencia. Lo interesante es considerar las diferencias entre artistas, como punto de partida para deducir como es que un mismo concepto es interpretado y utilizado en diferentes momentos y contextos. Dicha recurrencia, en cierto modo, es un rasgo que contribuye para hacer una lectura de aspectos culturales desde el arte.
Finalmente, es importante señalar que la obra de Kiki Smith es una prueba de la importancia que tiene el trabajo del artista para crear un lenguaje estético individual, para usarlo como forma de investigación profunda sobre el misterio de la existencia y de los cruces en la espiral del tiempo. A través de la creación de personajes y de la alteración de su representación (ya sea en diferentes medios o en materiales no asociados con el imaginario tradicional) se puede relatar la subjetividad de la persona a modo de narración empatica; es decir, como el recurso que cada persona usa para explorar el mundo y construir una interpretación personal a partir de fragmentos de la memoria particular y su vínculo con el flujo universal.