Preámbulo a "El animal enfermo"

Zamuel Hernández

Junio, 2021


 

He llegado a casa,
un perro es la única sombra que anhela mi regreso.

Caminando aprendí que Argos no es un lugar, es un amigo.

Ante la fantasía de la muerte:
el perro y yo esperamos.

Hemos de comer, beber y recordar que no somos invencibles.
Somos vulnerables como un animal enfermo.
Nuestra infecciosa enfermedad nos decanta en un instante.

Mi última estrella ha muerto.
Un perro de pelaje amarillo intenta domar mi furia.
La locura trágica se revela, y no retrocedo: avanzo junto a ti, alma mía.

Caemos.
Lo animal y yo.

Descansa, amado amigo.
La barca de Caronte pagará nuestras lágrimas.

 

 

El espectro de la melancolía tiene su particularidad en tanto que el dolor no es compartido, es un navío sin brújula, y su única estrella es un sol negro. Su saber, expulsa al cuerpo de sí mismo para alojarlo en un vacío cuasi infinito. Su erótica lleva a un estado liminal entre la renuncia total o el último acto radical por la existencia. Y, así, los demonios de la melancolía nos rodean como buitres esperando devorar hasta la última pizca del deseo y arrancarnos hasta el último pellejo de nuestro cuerpo mundano.

 

Muertos vivientes.
Vivientes mortecinos.
Cuerpos desahuciados.
Cuerpos silenciados.

 

Su éxtasis es un aguijón directo en lo más íntimo de nuestras almas. Reivindican nuestro lugar como seres finitos, aunque contradictoriamente, el penar melancólico sea una condena perpetua en el dolor de amar.

 

El afecto: maldición y virtud humana.
Lo animal: punto de fuga.

Lo animal nos destensa del lenguaje.
Lo animal nos vulnera.

 

Intento comenzar. Vuelvo a escucharme en el tiempo: Vulnerant omnes, ultima necat.


¿Qué es del tiempo cuándo la agonía nos involucra con el dolor propio plasmado en el lienzo de un animal enfermo? ¿Qué de mi espíritu se anula junto al jadear de lo que cae junto a cada gota de somníferos de un supuesto buen samaritano? ¿Qué hay de mi lengua que se extingue junto a la vida de un animal que perece frente a mis ojos?

 

Te escribo versos, o, mejor dicho: el inicio de una posdata:

 

 

*

Hoy me reconozco como un hombre infame y desdichado.

Un ser mísero y misántropo contra mis semejantes se asoma por el rabillo de mis ojos.

Aparece una pregunta:

¿Qué tan egoísta y nefasto es desear la muerte de los amados e inocentes a cambio de un instante de tu inmensa compañía animal?

*

Hemos aplazado el encuentro con nuestros hermanos menores.

La hora ha de llegar.

San Francisco de Asís nos espera.

El ángel Gabriel también nos acompaña…

 

 

El animal enfermo es la pretextura de un ejercicio y entrenamiento para la muerte. Tal vez, también, el generador de potencias para el deseo y lucha contra las alimañas melancólicas de un mundo cercado por la lengua y sus habitantes. No es la huida animal, es la reapropiación del mundo, o en su drástico efecto: la invención de otro mundo posible.

 

 

 

Sobre El Autor

Zamuel Hernández. Practica el psicoanálisis en la ciudad de San Luis Potosí, México. Sus ejes de trabajo clínico y de escritura versan en temas vinculados a las infancias, a la psicología crítica y a las locuras. Es fundador de la editorial mexicana "El diván negro" y es director general de "Esquizia. Revista de psicoanálisis, filosofía y ciencias sociales".
Es autor de los libros: "Aflicciones del alma. Melancolía, naufragios y desastres del cuerpo" (2018), "Los tres bastardos. Seguido/s de la gata negra)" 2019, "DERRUMBE" 2021, "El péndulo del pharmakon. Pasión, Enfermedad, Cuerpos" 2021, y de próxima aparición "CONVULSIONES".

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