La elección de una imagen que represente un espacio para llevar a acabo mi plan, es realmente una excusa. Un ejemplo es la Serie de pinturas: Double Vide, tomé 16 imágenes de los –90 mil– archivos de las cámaras de seguridad instaladas en el estudio durante un año, mientras trabajaba la pintura Void (Vacío).
Los momentos capturados por los dispositivos fotográficos fueron producto del azar.
El tema del artista en su taller es un clásico en la historia de la pintura quizá porque recrea un espacio interior, el del artista como observador de sí mismo. Es una ventana semi-opaca desde donde a pesar de su soledad, conecta con el influjo social. El archivo de mis sueños es un proceso similar.
Un aspecto de mi trabajo asemeja una labor de documentación, durante la transferencia de una imagen digitalizada al óleo, por ejemplo, los libros de artista, un video o el archivo mismo de mis sueños. Sin embargo, el paso de un medio a otro no reemplaza nada, es imaginar la representación de esa plataforma como un tránsito de la visión. Un complemento o transgresión que expande el espectro de lectura.
A la larga las horas acumuladas en los manuscritos o en las series de colores esculpen el tiempo. Mi paleta se restringe a cinco pigmentos y una retina, para escribir basta con papel y pluma. Los sueños provienen de la exploración de la memoria y la pintura proviene de la observación, de lo que el ojo percibe al momento de maniobrar los colores derivados del código de una computadora, y obedece a la práctica programada de una pantalla puntillista. El umbral de percepción de la luz devuelve la ilusión de una imagen, un volumen espacial que emerge de la asociación visual.
El trabajo soñado también se beneficia de la fisiología, pero toma forma de otra manera, lo sensorial de los colores, lo visiblemente estructurado por una malla industrial es suplantado por historias que hablan de hechos extraños. El sentido de su belleza proviene de la humanidad que emana de sus palabras, es un misterio.
El sentimiento interno al registrar un sueño es una implosión, en su conjunto desata procesos complejos, tanto mentales como biológicos. Mi pintura como mis sueños representan y describen el espacio de manera única.
El blanco del papel o la tela, abre el vacío hacia infinitas posibilidades. La experiencia de un sueño puede ser recurrente pero nunca la misma, la percepción y la fabricación de un color es distinta cada vez porque integra un conjunto de sistemas. La imagen como la palabra es una partitura y su interpretación, es música.
Lo cierto es que los sueños despiertan en nosotros curiosidad y evocan el deseo de contar sus propias experiencias y eso nos hace confidentes, es un espacio social que se ha usado antes en otras culturas. Los sueños nos cautivan y nos liberan. Eso me queda bien. Mi exploración parte de la pregunta:
¿por qué esas historias nos cuestionan?
La pintura estimula de otra manera, con cada elemento de color que concentra y distancia la estructura, da paso a la transmisión sensible de lo visual para reconstruir la escena en el ojo y ampliar la percepción de la imagen.