
Úrsula Ochoa
"El arte da presencia y cuerpo a lo que se desvanece
en el espasmo o en la inanidad de la palabra […]
El arte es un goce inscrito".
Jean-Luc Nancy
Cuando el filósofo Martin Heidegger afirmaba que el mundo es una totalidad de "significabilidades", advertía que las obras de arte abren posibilidades de sentidos que no deberían estar limitados a una sola significación. Así, los artistas a través de sus creaciones expanden los modos de enunciabilidad donde el contenido de la obra (el discurso) y su contenedor (la forma) se configuran como una trama, como un tejido sensible al espectador que es acogido bajo la presencia de la obra el espacio. El trabajo de la artista Miriam Londoño (Medellín-Colombia), nos ofrece justamente esa trama de sensibilidades.
Como artista que ha explorado el mundo (ha vivido en diferentes países durante más de la mitad de su vida) se interesó en la fabricación del papel hecho a mano, una práctica que observó y rescató de varios maestros en países como Tailandia donde aprendió las técnicas orientales de la fabricación del papel alimentando su necesidad de cuestionar los formatos convencionales del bastidor y del lienzo, una necesidad que también resultó de sus estudios en Europa donde pudo acercarse a procesos más experimentales desarrollados por los artistas del Arte Povera y el grupo Soporte-Superficie.
Sus reflexiones acerca del lugar, sobre sentirse parte de (un país, una ciudad o una casa), proponen analogías que determinan un momento en nuestra cultura donde aparece la necesidad de resguardase, protegerse y separarse del mundo. En ese sentido, algunos de sus trabajos no solo evocan a la vulnerabilidad del sujeto en su entorno, sino que las mismas piezas tiene algo de vulnerables en tanto que resultan de la creación de tejidos leves y con transparencias, como las obras inspiradas en las rejas que protegen las fachadas de algunas viviendas de la ciudad. En obras como Casa segura (2019), o Puertas del infierno (2019), una pieza basada en las rejas de Montecasino que fue la casa de los hermanos Castaño, precursores del paramilitarismo en Antioquia y fundadores de las AUC, la artista reflexiona sobre la confrontación social del ser humano cuando una existencia basada en acumular posesiones materiales, nos conduce al autoaislamiento, a separarnos del mundo en un vaivén permanente de emociones que oscilan entre la ansiedad, el miedo y alertas continuas de supervivencia provocadas por la violencia que ha marcado nuestras ciudades. Así, el espacio físico y simbólico es otro de los pilares de su trabajo.
En su trabajo, lo orgánico y lo frágil del papel contrasta magistralmente con el sentido de las piezas que evocan resistencia y protección. Así, su obra se constituye como un dispositivo estético que se activa por el espectador que desde "afuera", percibe a través de la transparencia del entramado, aquellas transformaciones que suceden simultáneamente en el entorno de la obra gracias a los efectos de la luz que la expande en sobrecogedores dibujos espaciales.
La "ilegibilidad" del lenguaje:
"Las palabras son solo la superficie de un abismo, una piel sobre el agua profunda."
Para el filósofo y matemático Ludwig Wittgenstein la intencionalidad de las palabras, o mejor, del lenguaje, no consiste en un cuerpo de conocimiento teórico, sino que, a través de las vivencias, se transfigura en un conocimiento perceptivo que se basa en una elección personal del marco de referencia que se construye mediante el juicio del ser en el mundo. Desde esta perspectiva, podemos entender que la obra de Miriam Londoño marca una correspondencia especial con el pensamiento del filósofo cuando determinaba que los intereses lógicos del lenguaje se iban diluyendo en el sentido de la vida.
"La legibilidad en mi trabajo con la escritura nos es su objetivo central. Para eso están las publicaciones de los diarios, las revistas o la literatura. Más que comunicar un contenido preciso a la manera de un artículo en el diario, busco generar una emoción y evocar la memoria y el recuerdo". Por lo anterior, esta "ilegibilidad", le han permitido a la artista trabajar con elementos íntimos, memorias y reflexiones donde el mismo acto de escribir se convierte sin duda en una catarsis, y así mismo, se experimenta una interesante paradoja formal en tanto que el papel, ya no cumple su función primaria de soporte para recibir aquella escritura, sino que, el mismo papel es el medio, es la tinta y el soporte, es el espacio. "El soporte desaparece y la palabra se hace materia" afirma la artista.
Así, la potencia de la obra de Miriam Londoño reposa en la laboriosidad de una estética de la conciencia en los valores del trazo, en los ritmos, en el gusto por la línea que vuelve palabra o garabato, y en el ejercicio corporal que, durante su proceso, lleva a cabo y se conecta con las fuentes expresivas del lenguaje que la encaminan a una reflexión intelectual y poética. Hay, por lo tanto, un desdoblamiento esencial a la idea de escritura como régimen de comunicación, convirtiendo su obra en un concepto mismo sobre la palabra como resistencia. La aprehensión visual que el espectador puede hacer desde una experimentación corporal de sus obras señala que la conformación estética como un modo de construir espacios de sensibilidad colectiva, es evidente. La obra de Miriam Londoño estimula a la sensibilidad reflexiva o a la reflexión sensible sobre nuestra relación con el mundo, tal y como lo ha señalado Wittgenstein, y propone la importancia de la conciencia estética en la obra de arte, como una de las formas de relacionarnos con los otros.
Referencias:
- Jacques Rancière. La palabra muda. Ensayo sobre las contradicciones de la literatura.
- Jean-Luc Nancy. El arte hoy.
- Florencia Garramuño. Mundos en común. Ensayos sobre la inespecificidad en el arte.
- Juan Arnau. Wittgenstein, la palabra y el abismo. Recuperado de: https://elpais.com/babelia/2020-11-05/wittgenstein-la-palabra-como-superficie-del-abismo.html