Dan Russek
Si hubiera manera
de aprovechar al máximo
la energía
de la tontería,
algo grande pasaría.
(Sí:
incluso la poesía,
abusando de las facilidades
que da la rima,
si contribuyera con su granito de arena,
gracias le serían dadas de por vida).
Porque no se habla aquí
de la serena sonrisa del Buda,
sino de la carcajada
del verano, roja y fría.
Y más que la carcajada
en su ostentosa sonoridad de timbal y chirimía,
se habla aquí
de lo que le sigue,
como el perro sigue al gato
o al caballo el tranvía:
la gloria
de una enajenación de maravilla.
Lo dicho:
algo grande,
una alegría
como no se ha visto
en milenios,
eras
hiperbólicas
de tristeza y melancolía
al fin redimidas
en la celebración circense
que anticipa,
levemente malévola,
la cáscara de un plátano
a la espera del resbalón
de un pie
al borde de la piscina:
no se diga más
sino
aleluya.