El ojo de Sarah

Gabriela Galindo

Agosto, 2020
El mes de abril será recordado por ser el inicio de la cuarentena en México, pero es un mes que, para muchos, ya estaba marcado por otra tristeza, y es que, en abril de hace cuatro años, perdimos a nuestra amiga, cineasta y artista Sarah Minter. A manera de homenaje y para seguir recordándola, recupero una reflexión que escribí al respecto de su gran exposición retrospectiva Ojo en rotación: Sarah Minter, imágenes en movimiento 1981-2015, curada por Cecilia Delgado Masse y Sol Henaro en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo y que consistió de 14 piezas (videos y videoinstalaciones), acompañadas de un programa de cine donde se concentraron la mayor parte de sus largometrajes.

El amor no existe
yo casi nunca lo sentí
Lo sentí una vez y fue chido,
Pero, ¡chale!, no era amor...

Tomado de "Nadie es inocente"

 

Sarah Minter, por allá de los ochenta, nos hizo ver lo que muchos no nos atrevíamos a ver. En su documental titluado Nadie es inocente, nos hizo escuchar a los chavos integrantes de la banda 'Mierdas Punk' de cerca y sin censura, esos chavos que rondaban por las periferias más pobres de la ciudad, desplegando la bandera de “aquí todos ya valimos madres”. El Kara, el Drupi, el Rollo, con sus mechones de colores, tatuajes y piercings, desde la más pura desesperación de la marginalidad e instalados en la transgresión y la violencia; hablan, entre mentadas de madre, de que lo único que importa es la banda, el punk, el alcohol y las drogas. En su mundo no hay más. Sólo les quedaba defender ese pequeño territorio urbano, usurpado a graffitazos y ponerse hasta atrás.


Pero la historia no se quedó ahí, en el 2010 Sarah Minter nos trajo de nuevo a los integrantes (o los que quedaban) de Nadie es inocente para mostrarnos qué había sido de ellos, 20 años después. Y sí, algunos ya no están, pero a diferencia del futuro desolador que estos chavos veían entonces, muchos de ellos se incorporaron, desde esa periferia que los marginalizaba, al mundo del trabajo, la familia y los oficios que pensaban eran inasequibles o quizá ellos mismos en aquel momento, no querían para sí. Aún sumergidos en la pobreza y desde la periferia, pero con una visión completamente diferente, aquellos que fueron unos jóvenes, ahora adultos y padres de familia, revisan su propia historia y los recuerdos de aquellas épocas.


Sarah comenzó su carrera siendo muy joven desde el terreno del teatro. A principios de los 70 conoce a Juan Carlos Uviedo, director de teatro originario de Argentina, de izquierda, radical e increíblemente creativo, quien montó un taller de experimentación teatral, donde exploraban la expresión del cuerpo utilizando toda clase de herramientas técnicas, desde el psicoanálisis y las filosofías orientales, hasta el teatro de provocación y el performance radical.

 

Para Minter la experiencia de trabajo con Uviedo, aunque breve (fue deportado junto con otros dos directores de teatro en 1974), es fundamental. Dentro de un ambiente de total libertad, Uviedo guio al grupo hacia la exploración profunda de los sentimientos, el cuestionamiento de las propias emociones, junto con una ardua disciplina de ejercicios físicos. Era un grupo de jóvenes fuertes, atrevidos y liberales que buscaban llevar la expresión hasta sus límites máximos.

 

Sólo así, podemos entender como Sarah, pequeñita ella, absolutamente segura de sí y cargando con tremenda cámara, se atrevió a pasearse por las peores zonas de esta enorme ciudad y meterse en medio de los aguerridos Mierdas Punk para filmar sus conversaciones, sus fiestas y sus pleitos.


Los temas de lo urbano, la marginalidad y la transgresión, son recurrentes en varias obras de Minter, como en Una Mentira Histórica (1982), Alma Punk (1991), y en la más notable, una de sus últimas piezas y la que le da título a la exposición, Ojo en rotación (2015). Esta pieza, no es solamente un video, es una instalación en un espacio cerrado, en el que uno puede ver imágenes de la ciudad, las calles, el metro o un salón de baile, en alta definición en 360º, ya sea desde dentro o fuera de él. Cuando estás adentro, en ese cuartito, todo blanco y pequeño, la experiencia visual te envuelve y te hace sentir como si fueras tú el que va caminando por la calle, tomando el metro o bailando un danzón junto a una gordita risueña; o del otro lado, desde afuera, como un espectador de lo urbano, de aquello que transitamos todos los días y casi nunca nos detenemos a observar. En cierto modo, es como si uno pudiera decidir estar dentro o al margen del mundo, alternativa que posiblemente muchos de los chavos, o no tan chavos que vemos ahí, no tienen. Ojo en rotación es una obra donde se nota la madurez de una artista que ya ha visto mucho, ya entendió mucho y que ya no necesita explicar nada. Sarah extrae el movimiento de lo urbano y une los instantes en un tejido colorido, liberando las imágenes en una especie de danza dinámica; nos hace caminar con ella y ver a su lado lo que sucede en nuestra ciudad; nos deja a cada uno saborear desde lo personal, tanto lo amargo como lo dulce, de lo que sucede en la cotidianidad urbana.

 

Ahora bien, aunque ese sabor urbano se siente en cada paso de esta exposición, hay algo mucho más potente y fuerte en el trabajo de Minter y que, aunque pareciera totalmente opuesto, está presente por todos lados: la intimidad.

 

Este es el tema central de piezas como Última vez con Philipp (2004), Domingo en el lago (2004) o Autorretrato 2 (2004). En estas obras vemos a Sarah, que bien puede ser ella o cualquier otra persona, en su estudio, en el baño, en la cama o en un parque; vestida, desnuda, bailando o escribiendo. Cualquier actividad es un pretexto para mostrarnos lo fuerte que puede ser una acción íntima y lo frágil de los sentimientos que siempre las acompañan. En estas obras se respira un aire denso de afección emocional pero que, al mismo tiempo, no pesa, e incluso, en algunos momentos hasta reconforta. Como si cada una de estas afecciones fuese una invitación para sentirnos igualmente libres de poder sacarnos la ropa, quitarnos las ataduras o bailar en donde nos de la gana.

 

Y es en la intimidad donde se manifiesta el amor, pero Minter no se detiene en solo captarlo en imágenes, sino que por varios años se dedicó a indagar sobre el tema del amor, el sexo y las emociones, con grupos de amigos a quienes invitaba a cenar a su casa y grabó a cada uno, obteniendo el registro de decenas de estas conversaciones. Con este material compone la instalación titulada Háblame de amor (2013). Donde literalmente vemos la mesa del comedor puesta y servida con la cena y a todos los comensales sentados en su lugar participando de la discusión. Cada frase, cada palabra, se va entretejiendo como si todas fueran producto de una sola larga sesión; mientras tanto, los que estamos alrededor, somos como una serie de espectros que rondamos a sus espaldas, escuchando la conversación sin haber sido invitados.

 

Lo notable del trabajo de Minter, tanto en sus cortos de video, en sus instalaciones, así como en sus películas, es que, no sólo intenta mostrar una realidad social o individual a manera de registro documental, el efecto visual que logra junto con la música y el audio, nos transportan a un ambiente ambivalente que convierte lo real en una especie de imaginario onírico, y éste a su vez, nos hace regresar a una realidad ya sea tan brutal y violenta como en las calles de Neza o profundamente íntima, personal o amorosa.

 

Sarah nos muestra lo más fuerte y lo más vulnerable del ser humano, sus videos son como vernos al espejo y en el espejo de los otros; y tiene la habilidad de arrancarnos una buena carcajada, lo mismo que una gorda lágrima o una sutil sonrisa. Sin un solo gramo de cursilería, siempre aguda, siempre audaz, la obra de Sarah Minter es sin duda un referente que nos permite entender lo que es vivir en esta ciudad, entender a nuestra gente y un poco de nosotros mismos.

Sobre LA AutorA

Gabriela Galindo: estudiosa del arte y la filosofía. Tiene la Maestría en Filosofía y actualmente está cursando el Doctorado en Filosofía en la UNAM. Cuenta con una especialidad en impresión gráfica y grabado por la Scuola Internazionale di Grafica di Venezia y con más de 50 artículos publicados sobre arte y filosofía. En 1995 fue una de las fundadoras de la Editorial Tule Multimedia, empresa pionera en la edición electrónica. Ha trabajado por más de veinte años en el campo del diseño editorial a través de la empresa de servicios editoriales TripleG: Arte y Diseño. Fue una de las fundadoras y colaboradora de la revista electrónica sobre artes visuales Réplica21. Actualmente es la fundadora y coordinadora editorial de El Rizo Robado.

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