Varia variación

Alberto Blanco "Mon Dragón" (collage)

Julio Ortega

Julio, 2020


Matrices discursivas


Me temo que cada nación tiene el discurso matriz que se merece.  Los peruanos no hemos logrado olvidar el de César Vallejo en Trilce, (1922), redimido por el oxímoron: "Así, muerta inmortal.” 

Recuerdo bien la noche que Jaime Sabines, con una copa en la mano y lágrimas corriendo, me recitó, de memoria, el poema a su madre, Doña Luz.

La madre mexicana más conocida es la de Juan Preciado, Dolores, en Pedro Páramo (1955) quien demanda al hijo cobrarle al padre "el abandono en que nos tuvo."

Rosa Beltrán, en su brillante relato Efectos secundarios (2017), reescribe la novela de Juan Rulfo desde la perspectiva de las hijas. Un personaje confiesa que "vivimos en un país en el que nadie puede distinguir a su padre de un asesino." Y concluye la hija del relato: "Nos hemos convertido en un rencor vivo." 

Héctor Aguilar Camín (México, 1946) escribió pronto su mejor novela, La guerra de Galio (1991), en torno a una huelga rescatada como épica fundacional. Adiós a los padres (Random House, 2014), postula, más bien, que la formación social es un drama de la modernidad diferida. Toda novela mexicana, nos dice, es una tragedia familiar. El hijo asume la muerte de sus padres en el tránsito agonista de la pareja, la familia, la comunidad. Las familias felices, ya se sabe, no van a dar a la novela. Dramático y sobrio, el testimonio es también un piadoso exorcismo y una lección estoica. Rulfo nos dejó un certificado de defunción nacional. Aguilar Camín, adelanta un conmovedor alegato sobre la paternidad errática. La certidumbre de la ficción, sin juicio ni sanción, recupera a los padres en una novela de estirpe cervantina; esto es, humanamente ejemplar.

 

Del mismo año que la novela de Aguilar Camín es la comedia familiar de Álvaro Uribe, Autorretrato de familia con perro (Tusquets). Uribe, por cierto, es lo que se llamaba un narrador de raza. Esto es, convierte a su lector en otro de sus dobles, al punto que el lector no puede dejar la novela que cree escribir en complicidad con un autor, que cree leer por sobre el hombro del fantaseoso lector. De allí la ironía y la complicidad del canje de roles, que hace del lector protagonista de esta comedia familiar, que empieza con el nacimiento del autor y su gemelo, quien reprocha a su hermano, el narrador. Le dice: Yo hubiera empezado por el principio. Los gemelos, se diría, son literales. Pero uno escribe y nos-otros leemos. La vivacidad, humor y empatía del relato no se deben a la búsqueda del tiempo perdido. Del París de Rayuela no queda nada. Y hasta la Maga, esta vez, muere.

 

Las novelas de Gonzalo Celorio, Pedro Pablo Palou, Ignacio Solares, Pablo Rafael, Hernán Lara Zavala, Ángeles Mastretta, Cristina Rivera Garza, Jorge Volpi, Carmen Boullosa, parecen explorar la sobrevivencia que alienta en la vida cotidiana. El desvivir de sus héroes está animado por la hipótesis de una excepción. Quizá la muerte mexicana ya no es un derroche de sinsentido. Mucho menos, la vida misma. Como ocurre en la narrativa contemporánea, se trata de otra vida que alienta, excepcional, incluso dentro de la muerte, predecible. Reyes Heroles y Ruy Sánchez han hecho del erotismo una escritura tersa y poco usual en el improbable español.

Pablo Soler Frost en su Edén (2003) entretiene la idea de que los norteamericanos buscan a Villa para matarlo. Al Che Guevara sí lo encontraron, pero asumió otra existencia dentro de su muerte.

Rosa Beltrán nos promete ese recomienzo: “Trató de suspender el tiempo deteniendo en la memoria el crecimiento de ese amor... podía ser un remedio contra la muerte de ese amor.” (Entreacto, en Amores que matan).

Por su parte, Adrián Curiel Rivera (1969) en su Día franco (UNAM, 2016) despliega su sobrio lenguaje y focalización precisa. Estos cinco relatos podrían haberse desenvuelto con pareja tersura y veracidad en una novela de largo aliento. La destreza de Curiel, desde sus primeros libros, propuso el principio de articulación como la lógica interna de su narración impecable y sobria. Estas variaciones del severo artificio nos persuaden con su inteligencia, ironía y economía.

Federico Guzmán Rubio (1977) es parte del grupo conspirador que pretende reemplazar a Paris con Madrid. Claro que Madrid es una suerte de cita literaria de nuestros países. Incluye con humor, la tolerancia y devoción por el fútbol. Bien vista, América Latina ya no es en esta guía de callejeo nostálgico, un drama o dilema sino un espacio fantástico que ofrece al visitante, hecho personaje, las primicias de su remota tierra. Todavía lo persiguen los retratos de Franco, pero hay puntos de fuga, la consolación de la cocina: “Tras la serie de fracasos va a comer a un restaurante peruano.”

Si algo ocupa a los nuevos narradores, y especialmente a las escritoras, es su vuelta al comienzo: la ruptura del Código. Liliana Pedraza (1976) en sus relatos de Aquello que nos resta (2009), se despliega una geografía infernal de subterráneos, ríos y canales, buscando levantar un mapa de transiciones y rupturas. Su claroscuro es fronterizo y sumario.

Cristina Rascón Castro (1976) resuelve con las palabras justas la errática justicia que acorrala a los migrantes mexicanos entre las muchas fronteras. Sus relatos tienen la vivacidad de los rostros que pasan de largo y se refugian en el lenguaje. La crudeza de la sobrevivencia los hace irrepresentables, no es fácil asignarles lugar en el discurso. Son relatos que se escriben en voz alta y solo se pueden leer en voz baja. No sólo por la violencia sino por la leve esperanza que persiste en las palabras.

Gabriela Riveros (1983), en Destierros (2019) recobra el formato de la historia familiar para reconstruir, desde un coro de mujeres, el horizonte de Julia y Helena, que se despliegan con brío, entre escenarios poblados y familiares, donde se desatarán las furias y las penas. Estos cien años de intensa compañía convocan la voz coral de las mujeres de la Casa. Con fresca mundanidad, la familia no siempre es “la fábrica de la locura.”

Minerva Reynosa (1979) en su libro Fotogramas de mi corazón conceptual absolutamente ciego (El Tucán de Virginia, 2012), presentó un acto poético o, más exactamente, transcribió una performance, cuyas variaciones son un acto político, drama y trance del poema, ya no como mediación sino como la protesta más viva del habla. Leemos:

 

Detrás de las palabras el pobre roba al rico y el no muy pobre al no muy rico argumentaciones aseveraciones disposiciones monetarias otra novela el riesgo de la prosa.

Recorre sus poemas la dicción de la protesta. Y presupone el activismo de las voces nuevas de mensaje expresionista. Se diría que ha visitado el infierno social contemporáneo y ha optado por la rebelde estirpe de las letras.

 

Anatomía del nudo (Obra reunida, 2002-2015), despliega la puesta en página de Rocío Cerón, que renombra y esclarece nuestro lugar en el espacio verbal simultáneo. El nudo postula una serie discursiva que potencia la trama referencial. Este libro es la promesa de una creatividad meditada como crítica, libre de la mecánica de nombrar. Decía Cortázar que el diccionario es el mausoleo de las palabras. “La mirada hace la patria”, anuncia Cerón, y concluye que América es madre y padre a un tiempo. Como el poema mismo, anudado.

América es una dura cicatriz en el cuerpo.

El nudo madre anuncia las sumas del venidero.

No es casual que México sea hoy el campo de exploración requerido por los derechos sobre el uso de la palabra, que en el proyecto de Rocío Cerón se anuncia liberado de duplicar este mundo. La página es el espacio donde reinscribirlo.

 

Otra estrategia analítica se despliega en el libro-collage de Alberto Blanco, el más libremente fiel de los poetas de orfebrería, quien postula que el lenguaje viene del ensamblaje. El verbo hace espacio, convertido en figura celebratoria. En el grafismo del collage, la acción del poema ha figurado un taller de mundo, donde todo recomienza gratuito y feraz [Ver imágenes]

 

Para una visión más amplia puede consultarse Nuevas poetas mexicanas (México, Orfila, 2019), compilación hecha por mi y Alejandra Mena. Así como Muestra del nuevo cuento mexicano (México, Orfila, 2017), que compilé con ayuda de Alejandra Mena y Gerardo Mendoza, estudiantes de Brown University.

 

Tributo Académico

 

En mi primera visita a la ciudad de México, el verano de 1969, mis anfitrionas en la UNAM fueron Margo Glantz y Rosario Castellanos. Margo me llevó a conversar con su taller de escritura creativa. Rosario, a dar una charla en la Librería de la UNAM. Después, desde Austin, en 1981, convocamos a un gran congreso mexicanista en el que estuvieron Pacheco, Monsiváis, Margo Glantz, José Luis Martínez, Montes de Oca...

 

Luego, en la Universidad de Brown, nos ocupó elaborar una lectura más internacional, desde la perspectiva de México Transatlántico. Carlos Fuentes fue nombrado por Vartan Gregorian, nuestro primer Professor at large, lo que le permitía venir cada año y participar en una serie de coloquios que pudimos organizar, con la participación de José Emilio Pacheco, Rebeca Barriga, Gonzalo Celorio, Hernán Lara Zavala, y también Alejandro Rossi. Y que pronto replicamos en Madrid, NY, Cambridge y Buenos Aires. Gracias a la UNAM y su Dirección cultural. Gonzalo Celorio, Ignacio Solares, Hernán Lara Zavala, Sealtiel Alatriste. y luego Alejandro Rossi y Miguel León Portilla frecuentaron Brown.

 

Con El Colegio de México, y gracias a Rebeca Barriga, nuestros intercambios fueron más académicos y de provecho. Antonio Alatorre, Rafael Olea Franco, Javier García Diego, y también nuestros estudiantes, nos visitamos con entusiasmo. Los libros que resultaron del ágape postulan una biblioteca. La tarea de publicar esos archivos pertenece a los más jóvenes. Los espera las voces de los que frecuentaron Guadalajara: Gabo, Nicanor Parra, Tomás Eloy Martínez, Saúl Yurkievich, Juan Goytisolo, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Ignacio Padilla, Carlos Fuentes, quienes también frecuentaron los coloquios del TEC de Monterrey. Poco antes de su partida, hicimos con Inés Sáenz un tributo a los trabajos y obras de Alejandro Rossi. Estuvimos Adolfo Castañón, María Pizarro y yo. Le llevamos la grabación a su casa. Y nos despedimos, sabiendo que era para siempre.

 

Con la Universidad de Guadalajara hemos celebrado una serie intensa y animada de foros, gracias a la Cátedra Cortázar y la Feria del Libro. Con Raúl Padilla, rector de la U. de G, nos dedicamos a la internacionalización de nuestras jornadas. Con la ayuda puntual de Dulce María Zúñiga, organizamos una secuencia de coloquios transatlánticos en Guadalajara, Providence, NY, Madrid, Barcelona, Buenos Aires... Estábamos poseídos por un entusiasmo dialógico. Nuestra presidenta, Ruth Simmons, tomó en Guadalajara su primer tequila, alentada por Gabo.

 

Y con el TEC de Monterrey hemos explorado formatos de diálogo analítico, gracias a su decana, Inés Sáenz, que hizo el doctorado en la Universidad de Filadelfia y, por lo mismo, conocía muy bien la capacidad creativa y el horizonte internacional que articula la idea de la Universidad como versión del futuro. De modo que nuestro intercambio fue activo y feraz. Ambos estimamos la obra de Fernando del Paso y, en un coloquio, decidimos proponerlo para el Premio Nobel. El TEC, por lo demás, es admirable por su inversión cultural y la proyección internacional de sus profesores y estudiantes. La Cátedra Alfonso Reyes, gracias a la diligencia de su coordinadora, Ana Laura Santamaría, es su principal plataforma. Don Alfonso Reyes, regiomontano ilustre, es el escritor con quien mejor diálogo he tenido, aunque no alcancé a conocerlo. Todo parece factible desde el TEC, gracias a su vocación de futuro.

 

No me extrañó, por lo mismo, que este año el TEC ocupase uno de los primeros lugares en el ranking de las mejores universidades latinoamericanas. En los últimos años el TEC ha sido co-gestor de foros académicos internacionales en España, EEUU, Argentina, México y Perú. El decanato de Humanidades a cargo de Inés Sáenz, consolidó el área con una brillante planta de profesores. Le agradeceremos su fecunda labor en la Jornada del Proyecto Transatlántico de Brown, cuya séptima edición tendrá lugar en la Universidad de Salamanca. El TEC concibe la formación humanística como formación ciudadana.

 

Inés Sáenz ha sido promovida a la Vicepresidencia de inclusión y sostenibilidad. Su área postula un espacio sociocultural de inserción, promoción y desarrollo. No es casual que el TEC haga suya la noción clásica de la educación para la autorealización y el diálogo, Esto es, estudiamos para ser felices. Aunque parece una hipérbole, todos estamos aquí para una tarea. Nos lo enseñó la tradición clásica, que retomaron Buber, Levinas y Derrida.

 

Juan Pablo Murra es el nuevo rector del campus Monterrey, a cargo de avanzar la articulación de las Humanidades y las Ciencias Sociales.

 

En un mundo en el que las opciones creativas y comunitarias de la Universidad están amenazadas por el autoritarismo, por la burocracia, y por la perdida del Horizonte Humanista, las labores, proyectos y diálogos que desarrollan el TEC de Monterrey, la Universidad de Guadalajara, el Colegio de México y la UNAM, adelantan la república del futuro como propicio y más nuestro.


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