Cent mille milliards de poèmes
Raymond Queneau fue un escritor francés que, además de sus éxitos literarios, abordó la escritura y la lectura como actividades sujetas a leyes matemáticas. Perteneció al grupo Oulipo (acrónimo de Ouvroir de littérature potentielle, en castellano "Taller de literatura potencial"), grupo de experimentación literaria creado en 1960 y formado principalmente por escritores y matemáticos de habla francesa, que buscaban crear obras utilizando técnicas de escritura ilimitada, grupo del que también fue miembro destacado el matemático y escritor Georges Perec.
Queneau incitó a escritores franceses y extranjeros a desarrollar métodos que permitieran concebir y escribir obras literarias mediante reglas numéricas, liberando posibilidades aleatorias dentro del marco de las leyes matemáticas. Queneau era un apasionado de los sonetos e introdujo la noción formal de una estructura en verso, a partir de la cuenta de sílabas, los esquemas de rima y un orden compositivo significativo (e intercambiable) abierto a las múltiples opciones aleatorias de cada componente del soneto.
Queneau consideraba que los conjuntos de seis rimas estaban compuestos por la agrupación de elementos de diez letras, que podían ordenarse y permutarse, dando lugar a múltiples posibilidades. Sin embargo, observó que el arreglo solo podía usarse en la segunda mitad de los versos, a costa de perder la primera parte. Esto parecía normalizar diferentes pares de palabras sostenidas en la rima, de modo que la única solución era romper con la estructura tradicional del soneto.
Es así como nació su poemario Cent mille milliards de poèmes, con la idea de que fuese un libro en movimiento, compuesto por diez sonetos de catorce versos cada uno. Cada verso está dividido en cuatro partes con la facilidad de mover cada tira de papel (que corresponde a un verso) y es entonces, el propio lector, quien fabrica su propio soneto.
Las posibles combinaciones son matemáticamente incalculables y prácticamente imposible de leerlas todas. En palabras del propio Queneau en su prefacio dice: "Esta pequeña obra permite a cualquiera componer a voluntad cien billones de sonetos, todos ellos regulares, por supuesto. En definitiva, es una especie de máquina de producir poemas, pero en número limitado; es cierto que este número, aunque limitado, proporciona material de lectura para casi doscientos millones de años (si leemos veinticuatro horas al día). Si contamos 45 segundos para leer un soneto y 15 segundos para cambiar las persianas a las 8 de la mañana, 200 días al año, tenemos material de lectura para más de un millón de siglos, y si leemos todo el día 365 días al año, 190.258.751 años más unas cuantas plagas y broqueles (sin tener en cuenta los años bisiestos y otros detalles)."
El libro se publicó en 1961, en la portada se mostraba cuatro de las catorce letras para elegir de cada verso sobre un fondo de arcoíris. En su interior, la obra estaba compuesta por tiras de papel extraídas y moldeadas en un metapoema. Hay diez sonetos, y cada uno contiene catorce versos con catorce módulos. Por lo tanto, 14*10 x 14*10 = 100.000.000.000 combinaciones potenciales. Las veintiocho primeras letras aleatorias forman dos y en los diez sonetos, hay 34 figuras y 5 formas. En estas 34 figuras, hay algunos diseños inconcebibles que en realidad incluyen todo tipo de estructuras en matemáticas, como el Plan de Fibonacci, la espiral áurea, el teorema de Cantor, la Superficie Topológica de Klein, la Banda de Möbius y la Onda.
Queneau compuso la obra en 1960, tardó solo tres meses desde su creación hasta su formación, y causó una acalorada discusión. El libro se considera una búsqueda y una reflexión sobre la importancia de libros y pinturas modificables. También merece la pena reflexionar sobre las connotaciones camufladas y las referencias redundantes introducidas en los sistemas saussureanos, algunas de las cuales parecen muy cerca del absurdo.
En todos los casos, es una pieza que expande la geometría del conocimiento y el razonamiento, a la vez que evoca su exótica y dinámica metamorfosis.
Técnicamente, son diez sonetos, y las consideraciones se centran en la transformación de las abstracciones de Queneau. Gran parte del atractivo de Cien billones de poemas reside en su configuración gráfica. La simple "lectura" de seguir con los ojos línea a línea se rompe por completo y es el lector el que "arma" su propio poema. A este último se le invita a pasar ya no una página sino cientos de líneas que revelarán, cada una, un verso diferente. Esta actividad en la que interviene una selección al azar se ve reforzada, además, por el uso casi de archivo, de cada sección del Poema como una nueva entrada. El azar siempre creará un número distinto y único.
Es el acto creativo compartido con el espectador, esta intuición en el tiempo, recuerda aquella pieza musical de Igor Stravinsky, "La Sinfonía de los Salmos", donde varios intérpretes, todos al mismo tiempo, pero separados entre sí por medio de un solo compás, dan al espectador la impresión de poder percibir un número infinito de versiones diferentes de la misma partitura.
La modernidad desencadenó un desmedido interés por los temas de carácter ontológico y epistemológico, dentro del contexto de la construcción y el entendimiento del lenguaje. Intereses que dieron origen para un abordaje de madurez de las consecuencias filosóficas que afectan a la creación poética. Se advierte en esa época, la aparición de rigurosos y hondos textos líricos que, de un modo u otro, interrogaron, cuestionaron y abordaron el intrincado mundo de la gramática.
Queneau exploró diferentes maneras de enriquecer el significado y extender la expresión a través de la forma, y asumió la responsabilidad de preservar la esencia de la poesía en un laberinto empírico de invención algorítmica. Produjo un ingenioso objeto que contiene cien mil billones de sonetos, cada uno de los cuales es claramente digno de ese nombre y de la máxima excelencia. Sin embargo, no existe ningún volumen capaz de contener una producción tan prodigiosa, y no se podría esperar que alguien se aprendiera cien mil billones de sonetos de memoria y los citara para el deleite de un público maravillado.
El virtuosismo pregenerativo y precombinativo que transformó un círculo de letras en cien mil billones de sonetos es ciertamente muy sofisticado. Queneau incluyó un número ilimitado de sonetos compartidos en su poema-constructo: un número finito de etiquetas a partir de las cuales se producen los sonetos que nos lanzan a un universo combinatorio infinito de generadores aleatorios. Amplió su arte combinatorio por su pura belleza, y el conocimiento de mil millones de sonetos creados, pero a la vez ocultos y casi inalcanzables.
Más allá de la provocación combinatoria, Este poemario es como una sinfonía legible pero que es preciso desentrañar con inteligencia. Es como una Babel infinita en la que, cada uno de los versos del soneto, puede ajustarse generando una enorme isotopía y poemas potencialmente aleatorios bajo instancias metatextuales.
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