"La incapacidad de hablar es el gran dolor de la naturaleza"
W.Benjamin
Se sabe que Walter Benjamin se distanció del sionismo político y nacionalista, desarrollando en su pensamiento lo que él llamó una especie de "sionismo cultural", una actitud que reconocía y promovía el judaísmo y los valores judíos. Hannah Arendt escribió que Benjamin se sentía más atraído por la teología que por la religión, hay en su obra un uso cuidadoso de figuras teológicas –Dios, infierno, paraíso, caída, culpa, creación, redención, Génesis, revelación– por citar las más nombradas. Benjamin, se acerca a veces y se aparta en otras del contexto convencional de la historia de la religión, pero en algunos textos evoca la teología de manera profunda, sin embargo hay quienes sugieren que aquello era una estrategia que le funcionaba, casi como un antídoto, contra la cosmovisión secular y burguesa de su tiempo.
Tal es el caso de su ensayo "Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres", compilado en la edición de sus Ensayos escogidos, donde aborda el tema del lenguaje de manera sorpresivamente mística.
Para entender la relación del lenguaje entre el hombre y Dios, a través del argumento de Benjamin de que el nombre propio es, en voz humana, la palabra de Dios, hay que considerar que son tres los elementos principales que intervienen aquí: por un lado está la palabra (el lenguaje), por otra parte está la idea de Dios y el tercer elemento es el hombre.
Empezaré por la palabra. Una palabra puede llevarnos a una significación que va mucho más allá de un simple objeto, las palabras tal como las usamos cargan en sí algo más detrás de ellas que de alguna manera nos remiten a un significado –un concepto, una idea o un pensamiento. Pero la relación entre la palabra y ese significado es indirecta y por momentos parece que las palabras son utilizadas de manera diferente por cada persona, sin embargo, esa palabra, en el fondo, aplica hacia algo que parece universal. El misterio de las palabras estriba en que su significado no parece estar localizado en ninguna parte, ni en la palabra misma (hablada o escrita) ni la mente; como tampoco en un concepto separado o idea que se asoma entre la palabra, la mente y las cosas en las que estamos pensando.
Los doctores de la Academia de Lagado de los que habla Jonathan Swift en Los Viajes de Gulliver, querían abolir todas las palabras pues "cada palabra que hablamos…, contribuye a acortarnos la vida; en consecuencia, se ideó que, siendo las palabras simplemente los nombres de las cosas, sería más conveniente que cada persona llevase consigo todas aquellas cosas de que fuese necesario hablar en el asunto especial sobre que había de discurrir." Pero abolir las palabras no eliminará el lenguaje, nos diría Benjamin, porque el lenguaje va mucho más allá de las palabras, representa la esencia espiritual de las cosas, es el centro de comunicación y lo que comunica es su ser espiritual. El ser espiritual, el ser lingüístico, nos guía hacia la revelación de lo que es posible expresar y lo expresado confrontado con lo inexpresable y lo inexpresado. El lenguaje para Benjamín, no sólo significa comunicación de lo comunicable, sino de lo que constituye el símbolo de lo incomunicable, es pre-posicional, pre-performativo y en este sentido no se basa en nada que esté fuera de él.
Para Benjamin la comunicación por medio de la palabra es sólo un ejemplo particular del lenguaje. El ser del lenguaje se extiende sobre todas las cosas, en este sentido hay que entender que se refiere a que existe, no solamente sobre el ámbito de la expresión espiritual del hombre, sino que cada cosa y evento participa de este lenguaje. Así, el lenguaje deja de ser un instrumento simple de comunicación y se convierte en medium de la comunicación, el ser-en-la-comunicación. El lenguaje del hombre, aquel que nombra, opera como un centro en el que se une el comunicante y lo comunicado, pero nunca como una entidad única. Esto es porque la esencia espiritual de las cosas no es total y enteramente comunicable, sólo a través del nombre alcanza su perfección. En el nombre se expresa fugazmente el ser espiritual de las cosas y es ahí donde Ser y Lengua, se identifican.
Así, el lenguaje, en tanto es considerado como una totalidad de sus proposiciones, es mucho más que una configuración pictórica del mundo, no se trata de una simple transferencia de la imagen de las cosas hacia las palabras, el lenguaje, es el contenedor de la esencia a través de la revelación de la divinidad del ser espiritual de las cosas; así, el hombre tiene acceso a la esencia del mundo sólo a través del lenguaje y ello se declara a través del nombre.
Las cosas no contienen en sí mismas la palabra, así como tampoco su nombre es enteramente espontáneo, sino que aparece según lo que comunican las cosas. Las cosas no se llaman a sí mismas, su nombre es invocado al ser nombrado. De este modo, lo que el nombre invoca es la presencia de algo distinto a él y al mismo tiempo manifiesta su diferencia con el ser nombrado, "puesto que el ser solo se expresa en el lenguaje, solo es, en última instancia, en el nombre, es decir, en eso que no es sí mismo."[1]
Explicar esta divinidad nos remite necesariamente al segundo elemento: Dios. Para Benjamin Dios es el creador y su acto creativo se desenvuelve a través del verbo y "el verbo de Dios es conocedor porque es nombre"[2] Esto significa que para el hombre sólo es posible conocer el mundo a través de sus nombres, la esencia espiritual del hombre es la lengua (en cuanto en ella ha acontecido un acto creador) y la esencia lingüística de Dios es el verbo. Por tanto, el Verbo es la expresión de la divinidad. Dios es entendido en toda su amplitud como creador del universo, en el mismo sentido que Franz Rosenzweig habla de una divinidad totalizadora. "Hay un único ser, el ser como-si. En él se halla todo alojado. Es el único y abovedado sótano de toda realidad. En el se halla la auténtica esencia"[3]
Sin embargo, el ser humano (y aquí el tercer elemento) es la única criatura del universo bíblico que no fue creada a partir del verbo, y de ahí que "a este hombre, no creado por la palabra, le es conferido el don de la lengua"[4] por tanto, es el único capaz de nombrar a sus semejantes, de la misma manera que es el único que Dios no ha nombrado. Es aquí donde podemos decir que el nombre es el lazo que comunica al hombre con Dios y la voz humana será la caja de resonancia de la palabra divina.
Benjamin convierte la poesía en filosofía, explica la relación del hombre con una cierta divinidad, que no explica, pero asegura que, a través de la idea de revelación, alcanzaremos una visión tan poética como metafísica. Dios, el mundo y el hombre, al igual que para Rozensweig, son los tres elementos de la realidad que solo es posible conocer a través de una experiencia reveladora, que se da en el lenguaje.
Benjamin enfatiza el papel clave del lenguaje en la vida humana. El lenguaje lo impregna todo: "La expresión de la vida espiritual humana puede crearse como una especie de lenguaje, y este punto de vista, como cualquier método verdadero, viaja una serie de nuevos problemas"[5] . Esta evaluación del idioma la identifica como el principal problema, tema que lo acompañará a lo largo de la producción intelectual y le permitirá reflexionar sobre viejos problemas bajo una nueva luz.
Lo original y siempre vigente del pensamiento de Benjamin es que ilumina problemas que parecen trillados mediante reflexiones que nos permiten cientos de lecturas diferentes. Lo positivo y valioso será para aquellos que estén interesados en explorar la historia de las ideas, que es principalmente la historia de nuestros errores y fracasos, rutas y caminos que debemos o no seguir.
Notas:
SOBRE LA AUTORA
Gabriela Galindo: estudiosa del arte y la filosofía. Tiene la Maestría en Filosofía y es candidata a Doctora en Filosofía por la UNAM. Cuenta con una especialidad en impresión gráfica y grabado por la Scuola Internazionale di Grafica di Venezia y con más de 50 artículos publicados sobre arte y filosofía. En 1995 fue una de las fundadoras de la Editorial Tule Multimedia, empresa pionera en la edición electrónica. Ha trabajado por más de veinte años en el campo del diseño editorial a través de la empresa de servicios editoriales TripleG: Arte y Diseño. Fue una de las fundadoras y colaboradora de la revista electrónica sobre artes visuales Réplica21. Actualmente es la fundadora y coordinadora editorial de El Rizo Robado.Entonces... ¿qué te pareció?
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