Roald Dahl, autor de origen británico ha sido reconocido sobre todo por sus cuentos infantiles, pero Dahl, tiene una obra vasta, una narrativa original y un estilo único. De padres noruegos, nació en Llandaff, Cardiff en 1916. Se enorgullecía de sus orígenes y de su profunda conexión con Noruega. Su padre, Harald, falleció cuando Roald tenía tan solo tres años. Su madre Sofie, crió sola a su hijo y a sus dos hermanas.
Su primera educación la cursó en la Escuela Catedralicia de Llandaff, cercana a su casa y a su familia. Sin embargo, a los doce años lo envían al Internado en Weston Super Mare, en la costa del Canal de Bristol, donde vivió los terrores de una estricta y rígida educación religiosa, que contrastó con sus primeros impulsos por la lectura, como la mejor manera de evadir los horrores derivados de los continuos malos tratos recibidos.
Durante la Segunda Guerra Mundial se alistó en la RAF, convirtiéndose en piloto y participando en un sinfín de batallas durante el conflicto mundial. Pasada la guerra, en una visita a Washington, donde había sido asignado como agregado aéreo adjunto, conoce al escritor C.S. Forester, con quien establece amistad y será su entrada a la publicación de sus textos en The Saturday Evening Post.
La prosa de Roald Dahl es audaz, crítica, valiente y divertida. De su obra literaria emana una espontaneidad producto del talento natural del autor para la narrativa, lo que hace que su forma de escribir parezca ofensivamente simple para cualquiera que tenga la intención de examinar su estilo. Dahl posee una habilidad asombrosa para envolver al lector en su cosmos en tan solo un par de líneas a través de un realismo costumbrista en el que lo fantástico se infiltra con una naturalidad tan suave en la narración que resulta imperceptible. Esta increíble habilidad para integrar ambos mundos, manteniendo en todo momento un equilibrio perfecto entre lo mágico y lo real, es consecuencia de una precisión casi quirúrgica en el uso del lenguaje y la utilización de los distintos elementos narrativos que incorpora con invisibilidad de prestidigitador en sus relatos. Roald Dahl es un escritor que al mismo tiempo es de fácil lectura y compleja comprensión; es fácil porque es disfrutable y sus relatos son impactantes, directos y poseen un contexto moral (que no moralizante) que se conecta con todo tipo de lectores (incluyendo a los más pequeños); pero también son complejos, sus personajes (ya sean niños o adultos) se evaden del maniqueísmo tradicional y se destacan siempre del resto. La literatura de Dahl expone con una mordacidad aterradora la estupidez, la crueldad, la envidia, el egoísmo, la vanidad, la hipocresía, la avaricia y otros defectos inherentes al ser humano, al tiempo que reconoce, la humildad, la empatía, el amor, la comprensión y solidaridad, que también son naturales del ser humano.
Dentro de las temáticas favoritas en la obra de Roald Dahl, lo más recurrente es el tema de la infancia y la imaginación, la lucha del bien contra el mal, la crítica social y el humor negro. En casi toda su obra, Dahl presentó a los seres humanos a través de la mirada de los niños. Sin duda, sus propias experiencias infantiles influyeron en su escritura y en la forma en que retrataba a los niños; siempre favoreciendo la seguridad y la fuerza para vencer los miedos y que supieran que muchas veces los pequeños son superiores a muchos adultos, ya que los niños suelen ser los que más se esfuerzan por cambiar el mundo.
Destacó la inocencia infantil, su inteligencia, su capacidad para luchar contra la adversidad y la importancia de la imaginación como herramienta para superar los obstáculos que los adultos crean. Dahl creía que los adultos se volvían miserables debido a las exigencias de la vida cotidiana. Por ello, animó a los niños a soñar, imaginar, jugar y descubrir la magia que se esconde en el mundo real. Otro tema crucial, presente en la obra de Dahl, es la lucha del bien contra el mal. Por un lado, los personajes malvados suelen ser extremos, despreciables, traicioneros y malévolos. Sin embargo, el enfoque de Dahl difiere del de otros escritores, ya que inmortalizó la villanía al darles el papel de protagonistas, pero las pruebas que sufren suelen ser autoinfligidas, y no pueden escapar de sus propios impulsos y deseos malvados. Por otro lado, los protagonistas de Dahl son, por lo general, niños humildes, ingenuos y cariñosos que se ponen a la altura de las circunstancias y finalmente triunfan contra los despreciables villanos.
Dahl ha sido el autor de grandes éxitos en el cine, basta recordar la adaptación de Spielberg de Gremlins, novela escrita por Dahl en 1943, hasta la encantadora Matilda, en la cinta dirigida y protagonizada por Danny DeVito, sin olvidar a Johnny Deep protagonizando a Willy Wonka bajo la dirección de Tim Burton en "Charlie and the Chocolate Factory".
Wes Anderson, director, guionista y productor, ha sido otro ferviente admirador y profundo conocedor de la obra del autor británico. En 2022 inicia un proyecto que incluye la adaptación de cuatro relatos que incluyen: "The Wonderful Story of Henry Sugar", "The Swan", "The Ratcatcher" y "Poison". Esta colección de cortometrajes, hoy disponibles en Netflix, es digna de verse; pero he de advertir que aunque no es larga (poco más de hora y media), es agotadora, porque todo el trabajo imaginativo está en manos del espectador. Con escenarios elementales (casi de cartón) y cero efectos especiales, las historias son narradas, a enorme velocidad y sin más ayuda visual que la palabra. Si uno se distrae del diálogo por 20 segundos, es seguro que se perdió una parte de la historia. Pero eso mismo es lo que la hace magistral, no te puedes despegar de ella ni por instante.
Los relatos de Roald Dahl son notables, entre otras cosas, por presentar situaciones en las que el destino de los personajes es increíblemente cruel por motivos novedosos y absurdos, arrojando un manto de tan mal gusto que la risa difícilmente logra salir, quedando en un espacio delicado: Humor negro mezclado con un cinismo entre inocente e hipócrita.
No basta ver las películas inspiradas en las obras de Dahl, o creer que solo escribió libros para niños. Dahl tiene una obra vasta y hay que leerlo.
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