Conozco a Carmina de toda la vida, fuimos a la misma escuela, ella iba un año más arriba que yo, pero era una escuela tan pequeña que todos éramos amigos, no importaba el grado. Desde entonces fuimos amigas, con periodos intensos de enorme cercanía y otros un poco alejadas, pero las amistades que se forjan durante tantos años, no hay forma de que se pierdan.
Nacida en la Ciudad de México en 1961, Carmina Hernández es artista plástica, grabadora y poeta, los universos de la imagen y de la palabra se fusionan naturalmente en su obra. También ha incursionado en las artes textiles y el bordado como formas alternativas a su creatividad. Pero la talla en madera y la xilografía han sido siempre sus preferidas. Egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ahora la Facultad de Artes y Diseño) de la UNAM, su actividad artística debe complementarse con el trabajo en estudios y actividades de apoyo a personas con discapacidad.
Trabajó como tallerista en Piña Palmera AC, una organización en Zipolite, Oaxaca que brinda servicios a personas con discapacidad en comunidades rurales e indígenas. La poeta y artista afirmó en una entrevista que el arte no fue una elección en su vida, sino un encuentro inevitable: "No lo elegí, él me atrapó. Cuando me di cuenta ya estaba ahí. De pequeña, como todos los niños, dibujaba, aunque lo hacía un poco más, porque no podía correr ni subir a los árboles."
En la presentación de su más reciente exposición en el Centro Cultural Bella Época, Ana Carolina Abad y Gabriel Cruz Zamudio escriben lo siguiente:
La artista gráfica Carmina ha construido acercamientos fragmentarios a la condición humana desde la entraña. A través de la serie Hojas (2023-2024), pone en perspectiva nuestra fragilidad. No podemos evitar que las hojas caigan, ni que el tiempo transcurra. En sus obras, los cuerpos parecen caer como las hojas, pero también podrían volar como las aves que los flanquean.
En esta exposición que se materializa en el otoño, las hojas de Carmina caen de las ramas de nuestra existencia. Cada una es la representación de algo que no somos capaces de asir, la representación formal de nuestra decadencia. Este bosque que somos, ha comenzado a quedarse sin hojas, el otoño de nuestra existencia ha llegado. Una a una, cada fragmento nuestro baila en el aire antes de caer al suelo, para integrarse con este.
Estamos acostumbrados a vivir marcando los inicios y los fines y siempre entre dos realidades opuestas. Así como las hojas caen de los árboles, hay otras que comienzan a crecer en ellos para dotarlas de su verdor… Un ciclo aparentemente sin fin. Carmina juega con esos contrarios mostrando en cada una de obras la fuerza y la delicadeza de su trabajo: la presencia de su cuerpo aparece en impresión, en los surcos hechos en las placas y después plasmadas con presión sobre la hoja, presión que cuando llega al límite agrega texturas al papel. También se ve en los trazos con tinta que hacen de cada obra un ejemplar único o en la finesa con la que añade pequeños trozos de papel en un pliego mayor.
Nos unimos a la invitación de Carmina a ver y encontrarse en cada uno de estas obras, donde podemos ver caer hojas y cuerpos o podemos verlos volar.
Toda su vida, Carmina ha luchado con los desafíos que le ha impuesto su cuerpo, pero más que un obstáculo, Mina lo abrazó para crear un trabajo que lleva su propio sello y emoción. Sus temas son coherentes y continuos. El cuerpo humano y las pasiones son el centro de sus reflexiones gráficas. "Mi vida ha sido normal. La parálisis cerebral es parte de mi normalidad. Lo que sí, es que mi trabajo es un poco más lento y que mis líneas tienen cierto movimiento, algo que considero lindo. Me gusta ese movimiento en mis trazos, porque son resultado de mi cuerpo. Aunque algo muy importante para mí es que no intento verme en mi trabajo, sino que los otros se vean en él", dijo en alguna ocasión.
No hay nada ambiguo en su obra, desde las flores hasta los amantes, desde las hojas hasta los sueños, Hernández apuesta por un éxtasis claro y renovado. Sus personajes son símbolos de emociones y sentimientos que no necesitan explicación. No existe ningún dogmatismo formal ni conceptualismo. Su obra más bien destaca por su independencia y propuestas aparentemente sencillas. Sus trazos son el reflejo de una mujer cargada de una vida plena, difícil, pero plena. Su trabajo rara vez nos habla de historias color de rosa, son más bien la representación de los dolores y celebraciones de la vida. Hay en ellos una creencia en la transformación humana y una compasión por aquellos cuyas luchas han sido destruidas por las circunstancias. "Me interesa en particular el cuerpo desnudo, porque lo tomo como metáfora de no tapar nada, de exhibirnos tal como somos. Es una metáfora tanto de la parte interna como externa, porque no puede haber alma sin piel."
Con gracia y tenacidad, Hernández ha creado un conjunto de obras que encarna una actitud tenaz y solidaria hacia la humanidad. Su reconstrucción del mundo parte tanto de la ternura como del coraje. El fuego erótico que caracteriza su obra encarna el tema de la unión de voluntades, de individuos, de nuestras similitudes y diferencias y, sobre todo, de la conexión profunda con nuestros mundos espirituales.
Como espina de primavera en el invierno
momento íntimo, solitario
Crear
La vida se mete en la vida; en el cuerpo, se mete, se encaja y sale...
…lo que sale es para compartirlo...para ofrendarlo...
Quizá nunca fue de una,
sino de la vida misma
cuando el otro lo hace tan íntimo...tan lenguaje suyo...
…eso estremece
Carmina
Fuentes
Ángel Vargas, La Jornada
30 de agosto 2021
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