Tratar con la ausencia - Exorcizar la ausencia.
Una crónica de dos artistas del (viejo) continente en tiempos de plagas
Así empezó
Antes de febrero de 2020 no podíamos haber previsto que tendríamos que transformarnos en artistas de performance utilizando sólo la red de Internet, gradualmente rendidos al ciberespacio para seguir trabajando. Fue casi una elección obligada, tomada en contra de nuestra voluntad. Era la única posibilidad de experimentar y plasmar el vacío que se produce cuando una práctica artística como la nuestra, el performance basado en el cuerpo, se ve privada de su materia prima: el cuerpo en comunicación directa con otros cuerpos.
Tras las medidas de restricción adoptadas por los gobiernos, para contrarrestar la propagación del SARS-CoV-2, todos los eventos públicos de arte en vivo fueron cancelados. Los espacios institucionales y alternativos de los que emergen las prácticas de las artes escénicas se han cerrado o han sido estrictamente regulados, forzándolos a constreñir su naturaleza, en espera de ser redefinidos.
Lo que sucedió fue una cesura, una interrupción, que provocó un "cambio" problemático en nuestras actividades artísticas (en los versos griegos y latinos antiguos una cesura es una ruptura entre palabras dentro de un pie métrico). Es como cuando en la terminología médico-quirúrgica un factor accidental provoca el desprendimiento de las partes de un órgano que momentos antes estaba en funcionamiento, creando precisamente una disfunción. Lo mismo ocurre en geología, cuando una grieta, un corte, una fisura o una hendidura se convierte en la causa de la interrupción de la continuidad de la roca: una fractura que la daña y, en ocasiones, la quiebra.
De repente nos encontramos siendo performers "interrumpidos". Nuestra travesía artística sufrió un impase, no por falta de creatividad, sino por un factor externo imponderable mucho más allá de nuestra capacidad para lidiar con él. El sentimiento fue que nuestra actividad artística se hubiera estrellado con la covid-19, pero que los fragmentos no cayeron al suelo de forma irreparable, más bien, que permanecieron suspendidos en el vacío. Un vacío, sin embargo, para confrontarnos y reformular nuestra práctica artística sin tener que comprometerla.
De la presencia a la ausencia
La presencia corporal está en el centro de la práctica de las artes escénicas, junto con el tiempo, el espacio y la comunicación directa. Sin embargo, cuando los confinamientos se prolongaron y las prohibiciones se han vuelto demandantes para contrarrestar la propagación de la pandemia, estar físicamente presente y hacer performance en un espacio público se convirtió en una imposibilidad, una negación que hubo que aceptar como una condición sine qua non. A partir de entonces, la presencia corporal sólo podía darse en el aislamiento y el encierro impuestos, aunque fuera por causa justa.
Para mantener viva nuestra práctica artística, comenzamos a considerar su opuesto, la noción de ausencia, como punto de partida para reconfigurar nuestra materia prima, nuestros cuerpos, como dos fuerzas motrices que aceptan la comparación con el confinamiento y el aislamiento, y enfrentarlos como dos realidades potencialmente activas. En primer lugar, tuvimos que reconocer que esta nueva y singular situación estaba inevitablemente contaminando el proceso de la dinámica creativa de nuestras producciones de performance y poniendo a prueba la militancia artística en la que jugamos y a la que hemos dedicado toda nuestra vida.
El desafío consistía en comprender cómo transformar este nuevo estado de parálisis y este sentimiento real de vacío en entidades vivas y responderles mediante un trabajo de imaginación. Entonces, le dimos una forma luminosa a ese vacío a través de palabras, textos, imágenes en movimiento, sonidos, videos y montajes de audio. Confiamos en los métodos con los que hemos llevado a cabo nuestro trabajo a través de los años, profundizamos en nuestro archivo y visualizamos formas de ensamblar nuevas contribuciones individuales y colaborativas.
Asimismo, con las prohibiciones de hacer performance en espacios públicos, replanteamos lo que significa limitar el acceso a los espacios de producción de conocimiento cultural y artístico. Aunque no son esenciales, los espacios son necesarios, son sistemáticamente relevantes ya que se relacionan con otros más significativos de la esfera social, en los que el acceso es limitado y muchas veces negado. Demandar la necesidad de espacios físicos, sociales y discursivos significa repensarlos. Con cuidado, a largo plazo. Incluso en la era digital, los artistas de performance aún necesitan sus cuerpos para crear situaciones y reuniones en espacios compartidos. Así como en la vida cotidiana el ser humano no puede ignorar la relación con su cuerpo y el espacio físico, la vida es el arte de los encuentros necesarios para darse y aprender del otro.
Entonces, cuando empezaron los primeros confinamientos, fue como si estuviéramos emparejando la primeras piezas de un nuevo mosaico titulado "Vacío, año 0": un lugar virtual, vigilado, ilusorio, para ser habitado, para operar en él; en aparente contradicción con las experiencias a las que estábamos acostumbrados a compartir y que son el fundamento de nuestra poética. Si la presencia corporal es la evidencia de estar vivo, en ocasiones la ausencia es un estado a encarnar para seguir vivo: estoy lejos, pero sigo respirando, de pie. Es como una paradoja, una contradicción en los términos, pero si examinamos críticamente la situación actual prueba ser válida, de alguna manera.
Por lo tanto, habitando la ausencia, este vacío, el sentimiento de desear que algo sucediera se hizo aún más sustancial. El deseo de producir algo nuevo junto a nuestro colectivo performático dio forma a nuevos trabajos colaborativos compuestos por aportes individuales, pero que, al cruzarse entre sí, se convirtieron en una consecuencia lógica para permanecer juntos, a pesar de estar lejos el uno del otro. Empezamos a imaginar estos aportes como hilos cortados para recolectar y volver a ensamblar, fragmentos —insectos— de tiempo preparados y sesgados que nos conectan y que están ahí para ser compartidos.
Los hilos invisibles representan nuestras prácticas artísticas y experiencias personales. Cuando se toman y se unen pertenecen a la psique colectiva. Si se entrelazan retratan los eventos actuales en evolución. Si los miramos a través de la lupa, integran partículas de tiempo que estallan y se disuelven por todas partes a la luz de lo que está sucediendo, provocando que el pasado empuje hacia el presente y el futuro rebote hacia el presente.
A pesar de que en este momento histórico podemos sentirnos atrapados en un presente inquietante que parece no dejar espacio para visiones más poderosas, mantener viva la práctica artística significa aprovechar el peso de la inseguridad hacia el futuro, transformando este peso en regenerativo en lugar de degenerativo.
Ausencia y efemeralidad
Hace unos años (2012), durante el rodaje de nuestra película basada en un performance en la Antártida, nos quedamos durante cinco semanas en lo que para nosotros es uno de los lugares más remotos y "no humanos" que habíamos visto. En esa parte prístina del planeta comprendimos y experimentamos que a la naturaleza no le falta ni le faltará la especie humana, si ésta llegara a extinguirse tarde o temprano.
Los cambios recientes e imponderables en nuestras vidas provocaron un giro significativo de sentido y sacudieron la visión antropocéntrica en su esencia. La humanidad es bella, por supuesto, pero también débil, frágil, vencible. El ser humano no es el elemento central o más importante de la existencia. La realidad es una entidad en constante evolución, no está sujeta a nuestros deseos, elecciones o libre albedrío, pero se lleva a cabo a través de fuerzas dinámicas que no comprendemos del todo, ni podemos controlar en su totalidad, aunque formemos parte de ellas.
Por dos años, hemos estado viviendo un momento trascendental que nos ofrece la oportunidad de repensar radicalmente la forma en que nos relacionamos con la gran realidad y explorando las implicaciones políticas y sociales que ello conlleva. Nos habíamos acostumbrados a construir espacios para vivir en su interior, de los que podíamos ausentarnos. Muchos lugares para el performance son así: teatros, museos o cualquier edificio construido como espacio para el arte o convertido para tal propósito, aunque sea temporalmente. También fábricas, centros de distribución automatizados e instituciones de crédito pueden crear ausencia reemplazando al trabajador humano con un robot, una computadora o un software.
Hay casos en los que la ausencia del performer se convirtió en una posible estrategia de las artes escénicas contemporáneas, para reflexionar sobre la descentralización y la eventual desaparición del ser humano, por ejemplo, obras de performance en las que lo humano se hace presente pero en un estado fantasmal, sustituido por maquinarias escénicas, en cierto sentido como sucede en la tetralogía de la película Matrix, en la que chocan continuamente las ausencias, los humanos espectrales y las presencias digitales.
El concepto de ausencia del performer puede estimular una profunda reflexión en torno al antropocentrismo. Pone en duda nuestra relación con la tecnología. Permite cambiar la visión antropocéntrica y centrarse más en el análisis de los aspectos discriminatorios y violentos de la actividad humana, los conflictos resultantes y las subsiguientes interacciones y reordenamientos dondequiera que ocurran, superando en última instancia las normas divisorias con las que nos definimos por costumbre.
El arte del performance tiene la peculiaridad de durar poco tiempo y nos recuerda que la condición del ser humano es intrínsecamente temporal, transitoria. La finitud de la humanidad hoy se ubica entre la euforia de la tecnología y la amenaza de pandemias, recesión económica y cambio climático. Quizás abordar el concepto de ausencia a través de lo efímero no traerá una forma alternativa de conocimiento, pero puede empujarnos a repensar el proceso de volvernos creativos.
Con el cuerpo entiendo, en el infinito presente
Lo digital nos hace descubrir algo que antes no conocíamos. El descubrimiento crea satisfacción y la satisfacción crea adicción. Por ejemplo, gracias a la inteligencia artificial se pueden explicar las teorías unificadoras de los fenómenos biológicos y químicos. Aún así, la distinción entre biología y química deja de ser significativa. La inteligencia artificial puede aspirar a la certeza pero no puede lograr una "corrección" más allá de la posibilidad de críticas futuras, como cualquier teoría científica. Es como si la inteligencia artificial "bloqueara" piezas de información al seleccionar algo en lugar de otra cosa.
Vuelvo a pensar en la palabra "ausencia" después de cada reunión de Zoom, Skype, Google Meet y Microsoft Team en la que participo. Me pregunto si lo único sensato es demostrar que la palabra "ausencia" es sólo un obstáculo a superar, casi un fastidio. Tengo la ventaja de basarme en técnicas abstractas, digitales, más o menos mecánicas. No obstante, también siento cuánto estas técnicas me limitan a la hora de elegir temas o situaciones específicas en las que me gustaría profundizar. De algún modo, impiden mi comprensión y la posibilidad de hacer un intento razonable para resolver problemas inesperados relacionados con ellas, ya sea en el presente o en el futuro. Al trabajar en la web considero que comprender cualquier cosa es una especie de bono, un extra opcional. Finalmente, ¿qué pretendemos, si no es a entender y a evolucionar?
Soy "un performer", como la gente suele llamarme. A lo largo de los años, algunas cosas de las que me he dado cuenta es que entiendo la vida no sólo con mi mente, sino mucho más con mi cuerpo, cuando estoy sano y cuando estoy enfermo. También me di cuenta cómo una ideología particular sobre el cuerpo humano demuestra los prejuicios de esa misma ideología. Por ejemplo, la doctrina de una clase que busca mantener su dominio sobre aquella que se dedica al trabajo físico directo para su existencia diaria. El cuerpo y sus supuestas manifestaciones: trabajo, sudor, placer, dolor, muchas veces han sido difamados comparativamente a los cuerpos sutiles y sus supuestas manifestaciones: alma, mente, pensamiento, intelecto, conocimiento. No confío en estas drásticas separaciones, porque el cuerpo humano afecta la cognición, es una parte activa del proceso cognitivo. Cognición encarnada. Más que Gates o Musk, Pasolini, Borges, Jodorowski, y no por mera nostalgia. La visión del poeta, más que la del científico. Pero ese es mi problema. Puedo estar equivocado, reconozco que los procesos cognitivos en el futuro pueden estar sujetos y depender de cómo se relacionen con otro tipo de operaciones. Aún así, me gustaría que las generaciones futuras puedan operar no solo en contextos precisamente como los que hoy suponemos o imaginamos, sino que puedan evaluar y elegir los sistemas y procesos que más les convengan. Será más difícil si no reconocen la conexión con las similitudes, diferencias y situaciones que permiten la comunicación directa entre las personas.
¿Qué futuro?
La tendencia a hacer predicciones asumiendo que lo que está sucediendo ahora puede continuar en el futuro, en lugar de considerarlo un cambio progresivo relacionado con una secuencia de eventos, no ofrece una razón para creer que la situación actual continuará más allá del presente. Cuando no se tiene un conocimiento suficiente de las causas reales que llevan a un determinado estado de circunstancias, cualquier predicción es en vano.
Si asumimos la continuidad entre pasado, presente y futuro, simplemente estableceríamos que el ser humano actúa sobre hipótesis extraídas de la experiencia en la realidad. El problema es: ¿cómo justificar la suposición fundamental de que el futuro se parecerá al pasado? En principio, es concebible que el futuro pueda ser diferente del pasado, sin embargo, no hay pruebas que puedan comprobarlo, ya que no puede haber evidencia sobre el futuro que no sea la inferencia de una experiencia cuya validez siempre puede ser cuestionada. Incluso, si el conocimiento histórico y la lectura del presente permitieran cualquier forma de predicción, ¿de qué futuro deberíamos hablar cuando el futuro aún no ha llegado?
Si existe evidencia de un futuro porque predecimos que está "disponible", el futuro ya no sería el futuro y la evidencia ya no sería evidencia. En este sentido, el futuro del que hablamos es un futuro que nunca llega y del cual, en consecuencia, nada se puede saber porque aún no existe. Al retirarse a tal destino el escéptico hace inexpugnables sus críticas.
Sin embargo, es razonable que exista un riesgo al expresarnos sobre un posible futuro que se avecina. Un tiempo futuro en el que suceden cosas y la predicción puede ser verificada aunque no en un sentido absoluto. Se puede prever que este futuro será como el pasado porque lo confirma la experiencia constante de innumerables ejemplos positivos y negativos en la vida cotidiana, en la historia, en las esferas de las ciencias sociales, políticas económicas y científicas. Además, debe tener una especificidad particular, refiriéndose a algunos momentos ya definidos en el tiempo, para que la predicción se haga más válida, incluso utilizando como criterio la frecuencia con la que se repiten eventos similares o patrones de los mismos.
¿Y si este futuro está precisamente aquí y ahora? A partir de la observación de las circunstancias actuales, el futuro a corto plazo (constituido por los eventos moldeados por esas circunstancias) se asemejará al presente (y al pasado reciente), compuesto por los efectos de casos similares que, por nuevos que sean, pueden asociarse con la predicción del futuro cercano. Especificar con precisión cuánto tiempo puede pasar desde hoy hasta el futuro cercano es quizás imposible. Aún así, no significa tener expectativas, porque son previsiones actuales hacia el futuro y que, si se equivocan, siempre se pueden corregir.
El conocimiento histórico nos permite concebir predicciones y anticipaciones limitadas pero útiles en la práctica. Sin embargo, la experiencia (el pasado) puede ser inútil como guía porque no hay forma de saber si el futuro será como el pasado. No se puede aprender nada de la historia cuando se interpreta de manera general, ya que todos los eventos son únicos. El pasado reciente, el presente y el futuro no son separables, y eso, además de generar marcos conceptuales de expectativa, se contaminan y parte de ellos se coagulan entre sí.
¿Por qué referirse a un presente infinito mientras que estar fisícamente distante se ha convertido en una experiencia existencial predominante? ¿Por qué hablar sobre la necesidad de espacios físicos para el performance que, en el aquí y en el ahora, solo se pueden recordar o imaginar? Porque —hablando de manera personal— actuamos para encender la belleza fragmentada de nuestros paisajes violados (tanto los interiores como los exteriores). Lo hacemos para poner en diálogo nuestras biografías multidimensionales, lo conceptual y lo preconceptual, para extraer materia de un entendimiento más profundo y redescubrir que el futuro es presente en el mismo sentido en que el pasado es presente. Al menos aquí. Al menos ahora.
Secuelas y consecuencias
Pienso de nuevo en los procesos de creación de arte, las visiones compartidas, las comunidades artísticas temporales, las intuiciones epifánícas, el apoyo incondicional de amistades y colegas, su sensibilidad de pensamiento, su cuidado, su percepción y su gratitud. Entonces pienso en los proyectos colectivos en vivo realizados con amigos, el privilegio de haber participado en ellos y me imagino los futuros.
La imaginación siempre ha sido mi única salvadora. Trato de prever lo que puede traer el futuro, moldeándolo en mi mente y corazón. Imagino el trabajo de todos y seguir viajando dentro de la ligereza, la luminosidad, la velocidad del pensamiento, la precisión de la ejecución, la visibilidad, la coexistencia múltiple, la consistencia, la coherencia de un propósito, la elegancia sobria, la basura salvaje, la simplicidad de la complejidad y la atención a lo contemporáneo: de todos.
Lo inmaterial nos invita a confrontarnos con lo imposible para hacerlo posible. Puede considerarse tanto la quintaesencia del realismo mágico como el reino de los sueños, de esos que a veces se hacen realidad mediante procesos de creación artística.
Para sobrevivir a la situación actual que vivimos, me viene a la mente una frase de André Gide en su Poética: "El arte comienza con la resistencia; cuando se supera la resistencia misma". También recuerdo el proverbio "Chelapa Ta Kala" (las cosas bellas son difíciles), pronunciado por Sócrates en los Diálogos de Platón. De hecho, Belleza al fin.
Como un artista de performance tiendo a interpretar la Belleza como una imagen volátil colgada en el clavo del instante: un desafío, una provocación, una trampa en la que uno cae para reclamar una nueva Belleza, ya que todo lo demás es una forma de espera. Una restricción para liberarnos y moldear nuestra existencia para convertirla en un acto de desobediencia y rebeldía poética. Como escribió Albert Camus, autor de La peste, "La belleza, sin duda, no hace revoluciones. Pero llega un día en que las revoluciones necesitan Belleza".
En la era del poder tecnocrático digital y de una ética a la deriva —porque los vientos del populismo de derecha y el nacionalismo aúllan estridentemente en el viejo continente— todavía existe la posibilidad de crear Belleza. En tiempos de desplazamiento forzado, aislamiento, migración masiva, vigilancia generalizada, histeria pornográfica de los políticos y manipulación mediática, crear Belleza significa nunca dejar de buscarla.
Cualquiera que sean las circunstancias, debemos habitarlas permanentemente para luego atravesarlas y, al mismo tiempo, redescubrir una especie de interconexión entre humanos que se anteponga a las relaciones económicas y utilitarias. Porque la Belleza puede surgir de conexiones formadas al compartir un ritmo en el que confluyen nuestra inteligencia, nuestra sensualidad, nuestra ternura radical y nuestros sueños de utopías poéticas para concretar las ideas emergentes de justicia e igualdad necesarias para una nueva armonía planetaria.
Este texto resume una serie de charlas en línea y en vivo de Andrea Pagnes por: Endecameron IV (Roma), 2020; Escuela Virtual de Sueños y Psicomagia La Pocha Nostra, dirigida por Guillermo Gómez-Peña, 2020; Festival Internacional de Performance "Acciones al Margen", 2020; Life Itself para Untitled, 2020; la serie Momentum de VestAndPage, 2020-en curso; Cuerpos en Disidencia, Universidad ArtEZ (2022). Es la primera vez que se publica en su totalidad en idioma castellano.
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